Lejos además de hacer caso a todas las voces que le aconsejaban no pensar de más, siguió anotando y sacando ideas de las entrañas, como de una vieja chistera las sacó todas y tomó el pulso a sus fantasmas, a sus contradicciones y a sus idas y venidas. No pienses de más, no piense de más. Pero pensó de más, repensó y dejó escrita una lista de recuerdos que le arañaban el alma cada día. Juntó los recuerdos y los embotelló. Cuando alcanzó la orilla , cerró los ojos y recordó la última vez que había escuchado el sonido del mar. Era uno de los recuerdos embotellados que se disponía a lanzar bien lejos. De no haberlos escrito ni pensado, se hubieran quedado dentro. Y no quería eso. Tomó aire y arrojó sus recuerdos al mar, como en aquella escena de “Roma” en la que el padre enseña al hijo a tirar las tristezas al río.
Una libélula despistada que pasaba por allí se posó en sus manos y se quedó quieta mientras recuerdos y tristezas se fueron siguiendo la línea de horizonte.
2 desvaríos:
Vaya, veo que empiezas el año en buena forma. No dejes de contarnos todas esas cosas tan bonitas que piensas.
Besos.
Vero.
Me encanta el estilo que mantienes. Es muy personal y tienes tu propia iconografía. Enhorabuena por tu blog.
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