lunes, 28 de noviembre de 2005



Ella dijo: No te hubiera mirado. En su descargo le gustaba quitarse importancia afirmando que no entendía (no sabía) de sutilidad o cuidados y que para qué se iba a andar con rodeos.

–No te hubiera mirado- y se quedó flotando como en un mal sueño.

Entonces él supo entender -más bien recordar- la sensación aquella que colgaba del reflejo de todos y cada uno de los espejos de su vida, del hombre apocopado que era o había sido –y que a veces se seguía sintiendo- de su porte más bien poco o nada atlético. Una vez, sólo una, había adquirido una fisonomía tal, que le hubiera permitido seducir a cualquier mujer que hubiera deseado, pero que nunca supo o quiso aprovechar.

-No te hubiera mirado- decía, porque no eras esbelto o alto, porque no eras el tipo de hombre en el que hubiera puesto los ojos o el punto de mira. No un hombre para un arrebato ni el hombre que una mujer elige para tener un affair una noche, un fin de semana de jacuzzi y porno duro, o quién sabe si un hombre para lo que en definitiva y sin saberlo, sirva para mejorar la raza, capaz de transmitir el código genético perfecto y al que poder exhibir ante las demás hembras de la especie.

-No te hubiera mirado-

Y ella reflexiona acerca del motivo por el que su amiga de más tiempo le pregunta qué hace con un tipo así, bajito y rechoncho y si, finalmente, podrá llegar a algo serio y duradero siendo como él es. Se extraña pero lo piensa y lo mastica en su interior. Sabe que nunca antes hubiera mirado a ese hombre, que no hubiera reparado en él porque se mantiene envuelto en un halo de insignificancia, el estigma de los desconocidos que tropiezan con ella en el semáforo o el ascensor y luego la desean. El arquetipo de lo vulgar, de lo socialmente considerado vulgar. Ella que sí resulta ser esbelta, que acaba de terminar una relación larga con otro de los de su especie, un hombre esbelto de aristas contundentes, un hombre al que mostrar orgullosa ante la manada. Hombre, por otro lado, creativo e intenso.

Ella repite como liberándose o justificándose: No te hubiera mirado, al tiempo que aquel hombre pequeño se quiebra en zigzag, recoge apesadumbrado sus dos mitades y abandona el local dejando a medias un martini y algo bastante importante que estaba a punto de decir.

(Publicado en la revista cultural "El Desembarco", Mayo 2007)

Publicado por Puzzle a las 6:30
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miércoles, 23 de noviembre de 2005


Una ligera bruma, no es niebla, ni siquiera neblina, el cielo se deja caer como un pañuelo de seda a punto de ocultar algo importante y hemos comenzado a entelar las alas de algunos aviones. Algo hay de distinto en el día, si acaso en nuestras vidas y en nuestras manos que sujetan las telas sin temblor alguno. Calzamos la tela como quien viste a una mujer hermosa y dormida, una mujer con el cuerpo todavía perezoso, frío, estirando la lona, ajustándola al metal con pliegues y caricias a un tiempo. A veces la tela llora, se queja de tanta tensión, hasta que se asienta de forma definitiva, certera. Tenemos o sentimos el orgullo de los que hacen algo digno con las manos, algo que luego alzará el vuelo sin dar las gracias.

Más hermoso que una mujer desnuda resulta una mujer desnuda que se viste lentamente, o que se deja vestir, desde abajo y poco a poco, como un avión con las alas desplegadas o un ave nodriza a punto de echar a volar. Qué hay más lejano que una mujer recién echada a volar. No se conoce.

Alguien pregunta si quiero volar, si he volado, además puedo elegir dónde quiero volar, en qué tipo de artefacto. La naturalidad de una pregunta así asusta. Hace tiempo que nadie me pregunta dónde quiero volar. “Abrígate, hace frío ahí arriba”. Hace frío aquí dentro, es lo que en verdad me parece pero no digo nada. Recuerdo la última noche con ella, aterrizando en su espalda, retomando el aire encajado aún en sus muslos. Una mujer pendular, siendo navegada por detrás. Una mujer que oscila dibujando un arco perfecto y hermoso. Existen fríos que castigan más que otros.

Levantamos el suelo en apenas unos metros. Se necesita poca pista para elevar un avión pendular. A veces pienso que las cosas no suceden de ese modo y que es el mundo, la tierra entera la que desciende como en tobogán precipitándose al vacío, luego nuestra nave se queda en algún punto fijo, intentando mantenerse quieta, serena. Es el mismo efecto del tren detenido en la estación y lentamente el andén se aleja en dirección contraria mientras nosotros observamos quietos. Muy quietos.

Rodeamos la urbanización de la gente bien, gente sin preocupaciones, gente con pista de tenis y piscina privada. Sé que estamos a punto de aterrizar, porque de nuevo el mundo asciende a 60 nudos, asciende de manera inequívoca, todo en uno, las tierras y los campos, las autovías y algunos perros de gente honrada que siguen nuestro trayecto con la vista, los llanos color ocre y algunas mujeres que lloran sin más explicación. La ciudad está llena de despedidas y por eso aterrizar duele. Por eso y porque de todas las manera de huir, de escapar, la más engañosa es la que rompe con la vertical de un plano. El plano de lo real.

(Nota: Ahora también se puede acceder a Puzzle desde la dirección: www.puzzle.es)

Publicado por Puzzle a las 11:45
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lunes, 21 de noviembre de 2005




No tenía senos ni la huella de los senos en su juntura, ese canalillo en que las miradas se fijan para reconocer a la mujer. Tenía que descotarse y le daba vergüenza no poder enseñar la juntura inquietante. Tenía la caja del pecho de un transformista, de un imitador de estrellas.

Hubo que llevarla a París y allí penetraron en el Instituto de Belleza. Todo olía a jabón en aquel instituto y a los espejos les habían sacado brillo las gamuzas más finas. La mujer que no tenía senos presentó sus quejas.

“Hay que someterla a un tratamiento interior. Tome estas píldoras durante unos días”, dijo el director, y la dio una caja llena de píldoras grandes, enormes, inusitadas, con aspecto de ser imposibles de tragar. Al cabo de una temporada, el director, convencido de que los senos no brotaban , dijo: “la hemos dado simiente de senos, y como es imposible darla senos nuevos, la haremos algo que es por lo menos posible, la juntura de los senos, ese canalillo que es como el que conduce al punto de mira de la pistola y que es lo imprescindible”. El director tomó en sus manos el escoplo y el martillo blando y dio numerosos golpes en el esternón de la joven sin senos, consiguiendo señalar una depresión delicada, suscitadora de los inquietantes senos en la caja dura de su pecho.

Ya durante siempre en su descote lució la línea sinuosa, inquietante, resbaladora de la juntura de los senos. Y cayó en sus manos un marido gracias a eso.

(Ramón Gómez de la Serna)

Publicado por Puzzle a las 12:21
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jueves, 17 de noviembre de 2005


Hay en tu ser
cámaras apartadas que no alcanzo,
invernaderos de delicia, lenta
germinación en tu sangre y en tu risa.

Está bien así. De tu retiro tomas
con la frente encendida y en los ojos
una promesa de luz
total para mañana.

(Jorge Riechmann)

Publicado por Puzzle a las 23:29
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sábado, 12 de noviembre de 2005


Sobre la mesa un mantel de hule a cuadros, un par de calcetines y junto a ellos unas braguitas de pack de tres (del Carrefour) y unas medias con carrera formando una pequeña montaña de prendas inútiles. Huele a suavizante y a café. Se siente la casa vacía, se sabe porque un grifo gotea al fondo del pasillo de manera continua, insistente, como si se lamentara de algo, de un abandono prematuro o una huída a la desesperada. Luego en el dormitorio, la cama deshecha y en la mesita de noche a medio abrir, platos de loza amarilla con restos de bizcocho apilados descuidadamente y un rastro de miguitas que conducen hasta la terraza en la que suele tomar el sol, desnuda y abierta como una flor empapada en rocío.

La empezaron a echar en falta el lunes en la oficina y el jueves en la clase de preparación al parto, ahora que las cosas empezaban a ir bien y el jefe prometía una subida de sueldo sin esperar nada a cambio, ahora que él había dado señales de vida siete (¿o eran ocho?) meses después y le ayudaría con los ejercicios de respiración. Ahora. Ahora que no necesitaba nada excepto que la criatura viniera bien.

En el congelador una foto de cuando eran niños en el pueblo y pensaban que eso -y no otra cosa- era la felicidad, antes de las navidades en las que mamá anunció su enfermedad, las últimas todos juntos. En el horno un guante chamuscado que una vez fue de lana azul, luego papá se volvería una sombra y después un guiñapo y por último nada. La pena lo calcinó.

En el lavaplatos naufraga un payaso de peluche bizco, con ojo de botón y mirada triste. Quien pudo se marchó del pueblo en busca de algo mejor. Fuera, en la ventana, unos cubiertos puestos a secar al sol, cuchara , tenedor y cucharilla, colgados boca abajo en un silencio difícil. Tal día como hoy hace diez años y todavía escucha la voz de mamá tarareando boleros en la cocina. Como si quisiera decirle algo nuevo. Algo que no supiera.

Publicado por Puzzle a las 21:55
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lunes, 7 de noviembre de 2005




Se había acercado a los treinta y tres como quien se acerca a una feria recién instalada en la ciudad, con la emoción doblada en los bolsillos (con forma de avión o de monigote de día de los inocentes) y un gran interrogante que le colgaba de la boca, atravesándole la lengua y asomándole el puntito por entre los dientes. Un interrogante amarillo canario, como su medio corazón, como su fluorescente de subrayar adjetivos y palabras que no conocía. Ahora le daba por eso, luego sería otra cosa, a saber, pero nada que se le pareciera.

Luego estaba esa sensación de feria desierta, como en un sueño que termina en algo malo, la noria vacía, quieta, y en la sala de los espejos mirándose pero viéndose, a ratos bien a ratos no tanto, contemplando una imagen de sí mismo desfigurada y casi irreconocible y después salir corriendo, gritando, pero sin proyectar sonido alguno y en la caseta de los feriantes, el algodón de azúcar y los peluches pero nada más.

Al fondo de la calle, cuelga una gran bolsa de papel coloreado, nunca tuvo una fiesta de cumpleaños con piñata, sabe que en lo alto, cuelgan los premios, los que espera desde los treinta y dos, los que cree haber merecido, solo que esta vez no hay nadie más, no hay otros como él, echa a faltar la algarabía y los aplausos, más que los aplausos, los abrazos, como todo sucede sin orden ni lógica, sabe que tiene los ojos cerrados, que los brazos comienzan a dar palos al aire sin saber muy bien hacia dónde apuntar, sospecha que ahí no acaba todo, imagina que hay algo más, los premios en lo alto y los treinta y tres a punto de caerle en la cabeza, golpeando cada vez más fuerte al viento, alcanzando a veces de refilón la piñata, suena el papel aplastado, con ganas de venirse abajo, entonces piensa en columpios, en niños que gritan cuando alcanzan la vertical más alta, niños con las rodillas sucias a punto de tocar el cielo con las manos, le viene la imagen como de lejos, en un eco de risas, silba la gran vara de madera, el papel, los regalos, los años, los últimos días con sus últimas horas, la tarde de domingo, luego la noche, después el lunes, sabe que tiene que seguir golpeando, dando más palos al aire, más incertidumbres que llegan, más vida por delante y una gran piñata, llena, con la panza hinchada y medio abierta, rebosante de preguntas con interrogantes, desgarrándose, a punto de estallar y de bañarle de una fina lluvia de puntos amarillos como corazones a medias.

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viernes, 4 de noviembre de 2005


Es bueno, bueno estar dentro, como no se puede estar mejor en otro lado, de otra manera, donde mejor estamos, hoy no cierres la ventana, deja que escuchen cómo respiramos a un tiempo, cómo olisqueamos la carne, ¿recuerdas qué sorpresa?, aquella primera vez (era noche, ¿cierto?) y me decías que tenía que irme pronto, antes de que llegaran los malos, porque para mí eran los malos si es que tenía que irme antes del reparto del pan, pan blanco como unas rodillas limpias, pan tierno como unos muslos, pan de leche y mientras tanto dentro, a salvo y la ciudad era una moviola porque las calles bostezan a esas horas y nosotros aún desperezando los cuerpos, dime que es bueno, ¿qué piensas?, siempre nos preguntamos las mismas cosas, en los mismos instantes y casi seguro sabemos las respuestas, ya las conoces, son del tipo: es bueno esto, es bueno lo que tenemos y ahora miradas, espalda, cadera y la ventana abierta como las bocas y tú abierta, desplegada como una avenida, como una riada y suena alguna canción que nos recuerda otras veces, eran otros tiempos, pero también eso es bueno, porque significa que estamos despiertos, crecemos haciendo enredadera en la pared del patio de cal blanca, de pintura vieja o de pizarra y una salamandra (a alguien no le gustaban las salamandras) que repta en busca de algo mejor, quizás tan solo busca sombra o algo conocido y cercano, como la voz que llega del piso de abajo, es un ruido molesto, pretenden que no grites (tú grito, yo susurro) que nos ahoguemos las ganas, pero no hagamos caso, dentro de nada caeremos rendidos y habrá sido bueno, los dos dentro, ¿recuerdas? antes teníamos miedo, qué risa, una enorme incertidumbre nos miraba cada día desde la lámpara, en lo alto, hasta que decidimos cuidarnos y fue bueno, no imaginábamos cuánto, era una incógnita, una premonición, un doble salto mortal con final en un cuerpo.

Publicado por Puzzle a las 13:15
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