lunes, 11 de febrero de 2008




Te avistaron en la octava isla, tan inaccesible a todos nosotros como podías serlo tú. Se nos denegó el ingreso por todos los procedimientos posibles, a mí y a los demás, en reiteradas ocasiones, aunque a veces hiciéramos maniobras de aproximación más o menos desesperadas, escondiendo nuestro vuelo en lo oscuro de la noche, procurando alcanzar alguna cala que quedara al abrigo de la vegetación tosca, inadecuada para tomar tierra pero que nos protegería.

Sucedía de ese modo, una y otra vez. Lo único que codiciábamos es que el recuerdo tuyo o de la isla dejara de mordernos la garganta, es la más sencilla de las verdades, así que continuamos sobrevolando el lugar donde solían producirse los avistamientos. Sobrecogidos con cada expedición infructuosa, y por si fuera poco, de tarde en tarde la octava isla aparecería cuando sabíamos que su presencia no podía ser por una acumulación de nubes (lo mismo se divisaba los días de horizonte más claro) o de cansancio y se difuminaba al rato sin avisar. Otras veces nos empujaba alguna tempestad hacia su misma orilla, hacia tu misma orilla, que casi nos depositaba en la arena sobre la que se divisaban algunas veces unas pisadas mayores que las de un hombre normal, una cruz de madera y tres piedras conformando un triángulo.

En la última noche del mes más extraño, se desató un huracán, de modo que perdimos de vista la isla dejando algunos hombres abandonados en la espesura de la selva. La costa era errante, viajera, todo el tiempo misteriosa. Deseábamos conocer el sabor de una mujer hecha de barro y sal y hubiéramos dado la vida por nuestros sueños. Finalmente descubrimos que habías estado navegando sobre el lomo de una gran ballena y que desapareciste con ella para siempre.

Publicado por Puzzle a las 12:28
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martes, 5 de febrero de 2008




Yo si quieres te pongo una mercería en Jaca, un pisito, una carnicería, ¿imaginas?, tú detrás del mostrador, hablando de hilos y broches bonitos, de la línea de ropa interior que viene de temporada y que te quitan de las manos en esos packs de tres. Tú la reina del lugar, en tu pequeño negocio, esperándome luego en el apartamento viejo que se nos cae a pedazos por encima de las horas lentas, con sopa de cebolla y cuscurros de pan tostado, enfundada en uno de esos batines que también te arrebatan de las manos, manos de ángel cuando moldeas la masa de las croquetas, tan rechonchas las manos, tan apetecibles, tan dadas a las caricias, algo te echas en las manos que no me quieres decir, tú tan presumida, croquetita mía, ¿imaginas?, con tu delantal blanco, envolviendo solomillos de los que seguro apartarás las mejores piezas para nuestras noches de viernes o de sábado cuando puedo inventar algo para faltar en casa sin que Lucía (que está muy rara desde que su madre falta) monte el teatrillo de hija desamparada, ya sabes, que si no será demasiado pronto y que mamá nos mira triste desde una estrella desde que me veo contigo (con otra, dice) y que además, pronto lloverá porque la lluvia no es otra cosa que mamá pelando cebollas para la sopa. Porque tú no eres otra amor, tú eres tú, que yo te pongo una mercería en Jaca, un pisito, una carnicería,¿imaginas? lo que tú gustes, solo que no quiero que te enojes, espérame, espérame un poquito más, que digo que se me hizo tarde y salgo a comprar pastelillos para el té, que siempre apetecen después de las croquetas o de la sopa de cebolla con cuscurros y pan tostado. Que mañana, ya verás, desayuno con Lucía y le cuento despacito hasta que entienda.

Publicado por Puzzle a las 9:23
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