lunes, 27 de noviembre de 2006




En el comienzo, viene la idea lejana de cómo ha de romper todo en varias mitades, lo pretendido, el lugar exacto donde se quiere llegar. Brotan los personajes con un movimiento preciso de varita, ocupan su lugar en la historia a través de una serie de automatismos propios, complicados, de manera que tarde o temprano son libres y no me pertenecen. Remotamente vemos llegar el cuento, existe alguna escena definida y determinados planteamientos absurdos que pueden llegar a ser útiles en algún momento pero que desconozco. Escribo y reescribo, dos, tres veces al principio, meto cosas con calzador, voy quitando otras que considero vanas, huecas: la idea es alumbrar algo de lo que no avergonzarme. Lo dejo reposar, vuelvo al texto a deshoras, normalmente para descubrir que no es digno ni hermoso. Pongo y quito cosas que ya había puesto y quitado. Reescribo una decena de veces, voy a la barbería y le corto el pelo al cuento, me explico: los flecos y algunas puntas estropeadas, lo peino bonito, que no me visite el arrepentimiento si lo doy a conocer. Pasan los días y lo que antes se antojaba meritorio ahora me resulta poco apropiado. Entonces, y esto es lo peor de todo, envuelvo el cuento en una mantita de hilo y lo dejo abandonado en la puerta de algún escritor de verdad. De inmediato, echo a correr sin mirar atrás.

Publicado por Puzzle a las 13:43
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10 desvaríos  

sábado, 18 de noviembre de 2006


Yo me iría (te juro)
detrás de unos pasos de gacela resentida,
siguiendo la estela de un tranvía verde
que anuncia un diario con noticias
más bien poco habituales,
conjugando verbos
que apenas tengo por costumbre emplear,
hablando solo acerca del tiempo
bajo una lluvia aciaga de ciudad
y el paraguas descuidado en el maletero
como por olvido pero aposta
tarareando una melodía familiar
de película antigua
y dando todo lo mismo,
mirando una aeronave que pasa
en maniobra de aproximación,
sobrevolando oficinas, azoteas,
putas que esperan,
-creo que viene de Italia- hubieras dicho
el año próximo iremos
en un avión como ese
con el cinturón abrochado
leyendo revistas
o mirando por la ventanilla
el suelo firme
aunque para entonces,
apuesto lo que quieras,
habremos dejado de fumar
y de apetecernos tanto.

Publicado por Puzzle a las 23:35
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9 desvaríos  

domingo, 12 de noviembre de 2006


Un cuerpo (el mismo cuerpo) cambia, cambia como una riada, la misma corriente de agua que nunca es igual, nunca la misma, como nunca lo es un cuerpo cuando corrige su forma o su intención. No es igual. Sabes que no. Ni el cuerpo ni las caricias que te abordan, porque los cuerpos -como los barcos- son abordados por caricias que no piden permiso y algunas, algunas hay que se saltan todas las medidas preventivas, todas las fronteras, todos los cuidados. Lo mismo un temblor, no siempre se tiembla igual . Nada que ver. Como nada tuvo que ver nuestra primera vez. Nos quedaba aprender un poco del otro , nos quedaba esperar y mientras tanto avivar el recuerdo con la piel en guardia, alzada en armas y la colchoneta triste, muy triste, aguardando tirada en el centro del saloncito aquel, nuestro primer territorio atrincherado y la colchoneta crujiendo, soportando nuestra gravedad, nuestros asaltos a diez rounds, dejándonos querer, aterrizando y acariciando, benditos gerundios casi a ras de suelo y nosotros en nuestra barquita hinchable, remando y abrazados para que no se hundiera nada de aquella habitación, nada de aquella primera vez, nada de aquellos cuerpos nuestros a la deriva .

Publicado por Puzzle a las 6:45
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