martes, 25 de enero de 2005


Carta encontrada en la oficina postal de Dordrecht sin remitente ni franqueo:

"Quiero pasear por estos pueblos de cuento contigo, comprarte un caballito de madera y ver los viejos molinos saludando a nuestro paso , los enormes diques, las exposiciones barrocas y a Van Gogh al alcance de nuestros dedos . Revisitar el barrio rojo , entrar en el museo del sexo, hacer el amor en el Hotel New York y jugar con vos a juegos prohibidos , follarte después de llenar una bolsa entera de artículos pensados para el placer en cualquier sexshop de la ciudad (siempre sin abandonar la ternura ni el morbo, porque tú y yo sabemos tener las dos cosas) .Quiero alquilar un par de bicis por 6 euros al día y dejarnos llevar por la inercia, aunque sólo sea por verte rodar calle abajo . Subir al Euromast, tomar un capuccino (conozco los cafés más antiguos) mientras apuntamos locuras en nuestras libretas, darte la mano por la calle y comerte la boca en el mercado de las flores, donde compraremos bulbos de Tulipán para cultivar en nuestro nidito de amor. Quiero pensar que Costello nos espera en Utrecht y cantará “She” para nosotros, aunque tengamos mil personas a nuestro alrededor. Quiero imaginar la cara que pones delante de un Megasorbet o de una enorme montaña de Spare Ribs, hacernos con los mejores chocolates y comérmelos entre tus piernas, quiero ver una peli de cine en inglés aunque no nos enteremos , ver la feria del libro de los Viernes y las nueve calles , que nos rindamos en Breda y que nos descubramos riéndonos de nuestro acento tan imperfecto como lo son nuestros desaires. Quiero creer que me recuerdas, que me imaginas pateando las calles y la nieve con mi bufanda a rayas y mi cuerpo entero echando en falta al tuyo. Quiero coger un avión , plantarnos a mil kilómetros de donde sea y descubrir todo lo que nos queda por hacer, tener un álbum de fotos propio, uno prohibido y otro secreto, probar la mantequilla de mil sabores y brindar con vino dulce y caliente , de fruta y canela. Y todo eso, antes de que acabe el día".

Nota final: el responsable de la oficina postal de Dordrecht, después de hacer las indagaciones pertinentes, no encuentra ni al remitente ni al destinatario y reescribe una carta casi idéntica para su mujer, alterando algunos nombres y lugares al tiempo que añade ciertos datos personales y elimina palabras que considera poco apropiadas. Su mujer, que pensaba abandonarle ese mismo día, decide postergar la decisión al leer la carta. Al fin y al cabo hace tiempo que no monta en bicicleta.

Publicado por Puzzle a las 2:19
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3 desvaríos:

Anónimo dijo...

Me sigue dando envidia sana algunas de las cosas que escribes aqui. Hoy me ha tocado noche de insomnio , me alegra saber que sigues en forma. Eso sí, un poquito "gráfico" en algunos detalles. No crees?.

Besos.

Vero.

Anónimo dijo...

Me gusta el estilo. Seguramente algo arriesgado, pero me gusta. Está inspirado en algo o alguien?

Anónimo dijo...

Lástima que esa carta no llegara a su destino, y suerte que alguien supiera apreciarla... pero, ¿y si alguien esperaba recibirla al otro lado del mundo? ¿y si en la oficina postal de su ciudad también coleccionaban cartas que ella no firmaba?... En fin, que me parece que lo que él describe es "un día perfecto", y yo no querría perdérmelo.
Un beso.

 
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