domingo, 23 de enero de 2005


Yo no se que le ocurre, pero creo que Bruno ha cogido la gripe. Se va apoderando de él la nada agradable sensación de tener un martillo clavado en la espalda, justo donde comienza ese tatuaje de Tintín que se hizo en su último viaje a Bélgica. De su cabeza asoma una nube de pensamientos que le recuerdan que hoy es Domingo y no se levantará de la cama. Estoy empezando a perfilar la teoría de que agarra una enfermedad diferente los domingos y los días lluviosos, y como hoy se juntaron las dos cosas, creo que ha desarrollado los síntomas que mejor se adaptan a la escena.

Todos dicen que mira mucho a Greta y que la mira bien, pero no cruza con ella más que frases asépticas. Aunque en tema de faldas siempre fue un poquito disperso , ahora está intentando no dormir en la misma semana con más de tres mujeres distintas y creo que antes del martes habrá superado el cupo (si consideramos las siestas). Seguirá mirando a Greta, eso sí, pero no sin antes haber seducido a todas las chicas , casadas y solteras, de la editorial - de las que un porcentaje nada despreciable conocerá el mejor sitio de su habitación- y su formidable teoría acerca de la “mejor opción” , que justamente es la disertación favorita de Bruno con la que, de manera invariable, siempre termina viéndose a sí mismo como una suerte de Jude Law en el remake de Alfie.

Bruno , a todos los efectos, es la alegría de la casa, una confortable vivienda en el centro de Breda escogida por su antiguo mentor para que pudiera escribir tranquilo la última entrega de una novela que habla de un trotamundos moderno que recorre Europa en busca de ciudades de las que enamorarse. Todo el mundo sabe que es su novela más autobiografica, por eso Bruno no renuncia a alimentar esa imagen de tipo desenfadado y urbanita que sabe apreciar un buen paisaje o un buen cuadro, conocedor de las corrientes artísticas más arriesgadas y de la arquitectura de Rotterdam. Cosmopolita y sensible, se queda con lo mejor de cada cosa, aunque para escribir prefiere la tranquilidad y ambientarse en los mismos lugares que habitan sus personajes. Esa es la razón , y no otra, que le llevó a instalarse cuatro semanas en una residencia de ancianos , dos meses en un orfanato , cinco noches debajo de un puente (compartiendo una cama de periódicos con yonkis y putas) y cincuenta y ocho días en una granja, experiencia de la que guarda como muestra más luminosa de su enredo una cabra macho que domesticó (después de leer de nuevo “El principito”) y con la que comparte vivienda, paseos y esos caramelos de marihuana que compra todos los Viernes en el mercado de Amsterdam en paquetitos de doce (seis para el, y seis para Ernesto la cabra) que se racionarán a razón de uno por día de manera inquebrantable.

Amigo de escribir acerca de su vida y su proceder en un cuadernito de notas , según sea el estado de animo lo hará en primera persona o en tercera (como el caso que nos ocupa) e intercalará comentarios aparentemente dispares e inconexos. Dará a entender que un observador externo es quien relata los acontecimientos al tiempo que toma notas mentales del tipo “vaciar estilográfica para llevar siempre encima como excusa para evitar tener que firmar autógrafos en los aviones “ y si el asunto a recordar es considerado importante , lo apuntará en su agenda electrónica al lado de su lista de tareas pendientes organizadas por prioridades , entre las que se encuentran ; amonestar verbalmente a la última señora de la limpieza que organizó inadecuadamente su colección de mandos a distancia y comprar las entradas para el concierto de Elvis Costello en Paradise (una de las muchas iglesias de Amsterdam habilitadas como sala de conciertos y que por otra parte, resulta ser la única que visita). El domingo ha sido productivo y Bruno se cepilla los dientes con la firme resolución de llamar a Greta al día siguiente , rechazar la invitación a cenar juntos con una excusa aún por determinar, aunque –sospechosamente- el verdadero motivo sea que él ya no acierta a encontrarse cómodo entre cuerpos extraños y quizás por eso (o al revés) piensa cada vez más en Greta y en su aleteo de luciérnaga que prende en su pensamiento al final del Domingo lluvioso que, después de todo, no ha estado tan mal.

(Publicado en la revista cultural "El Desembarco" , Junio 2006)

Publicado por Puzzle a las 22:23
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