miércoles, 16 de marzo de 2005


Regresé a casa en la madrugada, cayéndome de sueño. Al entrar, todo oscuro. Para no despertar a nadie avancé de puntillas y llegué a la escalera de caracol que conducía a mi cuarto. Apenas puse el pie en el primer escalón dudé de si ésa era mi casa o una casa idéntica a la mía. Y mientras subía temí que otro muchacho, igual a mí, estuviera durmiendo en mi cuarto y acaso soñándome en el acto mismo de subir por la escalera de caracol. Di la última vuelta, abrí la puerta y allí estaba él, o yo, todo iluminado de luna, sentado en la cama, con los ojos bien abiertos. Nos quedamos un instante mirándonos de hito en hito. Nos sonreímos. Sentí que la sonrisa de él era la que también me pesaba en la boca: como en un espejo, uno de los dos era falaz. «¿Quién sueña con quién?», exclamó uno de nosotros, o quizá ambos simultáneamente. En ese momento oímos ruidos de pasos en la escalera de caracol: de un salto nos metimos uno en otro y así fundidos nos pusimos a soñar al que venía subiendo, que era yo otra vez.

(Enrique Anderson Imbert)

Publicado por Puzzle a las 6:07
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3 desvaríos:

franhilz dijo...

La fragilidad de la realidad.
Está bueno, un poco Borges no más.

gonzalvo dijo...

Anderson Imbert está entre mis favoritos. Además es un gran teórico de los cuentos. No tiene desperdicio.

Alphonse Zheimer dijo...

Absolutamente genial. Estoy muy contento de haber arribado a estas costas. Gracias.

 
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