Mis fantasmas asustados se van dando con todas las puertas y tienen miedo a las tormentas y los animales de compañía. Anoche los sorprendí mirando debajo de la cama y dejando una luz encendida (azul o carmesí) por si las moscas. Ahora creo que son organismos más o menos agrupados pero capacitados para bien poco. Ya no son lo que eran. Uno de ellos ha venido tartamudeando hasta la cama, poco locuaz, venía a contarme que otro había cogido una indigestión con bombones y el más pequeño de todos no dejaba de estornudar. Se constipan con suma facilidad y se esconden en los armarios –entre los abrigos- para sentirse protegidos. El que me acompaña desde hace más tiempo, tiene crisis de identidad y se ha ido a un sicoanalista de métodos revolucionarios (con cámaras que graban detrás de los espejos) que fuma puros de manera muy molesta y en cuyo diván un ectoplasma apenas se siente cómodo. Le han detectado un complejo de inferioridad frente a otros fantasmas más distinguidos (véase la chica de la curva) pero apenas avanzan con la terapia. Al final mi fantasma acomplejado ha optado por el chocolate y el helado. Lo noto más descuidado que de costumbre y resulta evidente y notorio que ha caído en la más completa dejadez; sus sábanas están desteñidas y ya no resulta tan vaporoso como siempre. Parece una cortina temblorosa. Un espectro guiñapo.
Mis fantasmas asustados ya no resultan tan blancos ni ondulantes. Desafinan o se quedan afónicos con cada lamento y aparecen impuntuales pasada la media noche. A ratos se mueren del susto cuando alguien los fotografía con flash. Ya no arañan las puertas porque se han comido las uñas y ocupan sillas vacías sin que nadie les haga caso. Unos cuantos se metieron sin querer en el congelador y se han convertido en cubitos de hielo. El resto se escondió en la cesta de la ropa y han ido a parar a la lavadora para acabar en el tendedor, junto a la ropa interior de la abuela.
Mis fantasmas asustados ya no resultan tan blancos ni ondulantes. Desafinan o se quedan afónicos con cada lamento y aparecen impuntuales pasada la media noche. A ratos se mueren del susto cuando alguien los fotografía con flash. Ya no arañan las puertas porque se han comido las uñas y ocupan sillas vacías sin que nadie les haga caso. Unos cuantos se metieron sin querer en el congelador y se han convertido en cubitos de hielo. El resto se escondió en la cesta de la ropa y han ido a parar a la lavadora para acabar en el tendedor, junto a la ropa interior de la abuela.
1 desvaríos:
Jamás había visto una manera tan deliciosa de hablar de los miedos de uno mismo. Es la primera vez que te pongo un comentario, pero te leo desde hace tiempo. Me gusta tu manera de ver las cosas y de cómo quieres reirte de lo que no te gusta.
Desde que veo que tu Puzzle tiene más sentido, me siento más acompañada. Como si hubiera más gente que ve el mundo con los mismos ojos o parecidos.
Me encanta que tus fantasmas anden asustados, porque son de lo más simpáticos de esa manera.
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