miércoles, 15 de diciembre de 2004


Se dio el caso nada común de que aquella noche de circo iba a ser la última de todas. Después de los biciclos y los trapecios no tardaron en aparecer los amantes bajo la formidable carpa.

Recorrer la distancia hasta el centro de la pista con cierta solemnidad no es asunto fácil. La dama de piel blanca se deslizó como sin quererlo hasta su galán de diseño oriental y el silencio pellizcó los palcos y las localidades más baratas. Dos saltimbanquis que miraban desde el gran telón se guardaron en el pecho dos quejidos de asombro y un grupito de varios niños malcriados dejó de lanzar palomitas a las señoras con cara de pez mientras que el más pecoso de todos se atragantó con el palo de una piruleta. Todo quedó en susto y reprimenda sin llegar más allá.

Para entonces sonaban cítaras y claves, un cuarteto de cuerda y un fagot. Los percusionistas danzaban en grupos organizados mientras improvisaban un ritmo imposible , desde el cielo vino a la pista una enorme serpiente roja de indescriptible textura, recia como una vela y vaporosa como una aparición, sobre la que se encaramó en un suspiro el galán de cuerpo trazado con tiralíneas. Se prendió de la enorme cortina roja y empezó a girar sobre ella hasta que fueron lo mismo, en ese instante describiría una trayectoria ascendente y circular, de paso que buscó con la mirada a la dama de piel blanca y ojos rasgados que esperaba como una bailarina preparada para su mejor salto. A mitad de la elipse atrapó a la mariposa que se dejó tomar. Alzaron el vuelo apresados el uno contra el otro, rodeado él de brazos al cuello y rodeada ella de manos a la cintura , describieron tantas piruetas inimaginables que los músicos dejaron de tocar y sólo se escuchó el sonido de aquel columpio de amantes oscilando y silbando sobre las cabezas y las bocas abiertas. Cimbreantes y serenos se olvidaron de la pista y de los focos, intuyeron que giraban y volaron lejos de toda previsión. Nunca el mismo vuelo cada noche, nunca la misma noche. A cincuenta pies de altura desplegaron sus alas permaneciendo en estado de ingravidez durante lo que a todos nos pareció eterno. Una vida entera enroscados el uno al otro y sin que nadie supiera la manera, tomaron la forma de un cometa rojo orbitando sobre la pista , atravesaron el espacio aéreo a la velocidad del rayo y se fundieron en uno abandonándose a la inequívoca forma de abrazo perfecto.

Publicado por Puzzle a las 22:05
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3 desvaríos:

Anónimo dijo...

Precioso. Tienes un don a la hora de contar las imágenes que ves. Te admiro.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. Cuántas de nosotras daríamos por un abrazo así.

Anónimo dijo...

Lo poco que me has permitido poder conocer de ti, es a través de Puzzle. Ya sabes que me encantaría poder considerarme algún día tu amiga. De todas las maneras, es un placer leerte y ver cómo despliegas tu magia. Hay gente que seguirá siempre de cerca lo que haces, yo entre ellas.

Un besote.

Vero.

 
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