domingo, 6 de febrero de 2005


Un tipo joven y solo por las calles del barrio rojo portando dos bolsas llenas de postales de museos en una mano y un mapa de la zona en la otra. Cruzando los canales con andares despistados y deteniéndose intencionadamente para escuchar las conversaciones de los grupitos de españoles que recorren las calles. Si se le mira de fuera, parece que busca, aunque en realidad sólo curiosea. Tuerce Kersksplein y avista los primeros escaparates. Por las pintas, parece la zona latina y enseguida las primeras mulatas intentarán entablar conversación. Aligera el paso y encara de nuevo las calles más concurridas, le agrada observar a las parejas de novios entrando a los espectáculos eróticos y a las chicas saliendo de los sex-shops con toda suerte de artículos que esa misma noche tendrán a bien probar a solas o en compañía. Es entonces que piensa en ella y en lo estupendo que sería comprar juntos un par de entradas y una bolsa llena de juegos para amarse.

Localiza la iglesia y la callejuela estrecha (por la que apenas pasa una persona de costado), la recorre arriba y abajo jugando a mirar cada escaparate, y a veces , de cinco o seis seguidos que avista, todos aparecen con la cortinita echada, así que luego volverá para descubrir las nuevas formas de mujer antes escondidas. De no ser porque uno cuando camina solo, lo hace pensando en sus propios asuntos (a veces en los de otros) y en su mismo idioma, apenas le hubiera inquietado que una de las puertecitas se abriera tras él y aquella voz le hablara en perfecto español: "¡Chico guapo. Ven, acércate!, ¿de dónde eres?" Como ya intuye el procedimiento, sabe que la sonrisa de Sirena es de saldo, lo mismo que los guiños, lo único que cambia es el envoltorio, algo distinto al resto porque ella no es rubia, no es nórdica, tampoco oriental. Podría pasar por italiana, pero antes de que siga con los supuestos, ella habla de nuevo: “Eres español, verdad?, de dónde eres?. Yo soy de Sevilla". Demasiada información a cambio de nada. Aún no ha abierto la boca y ella ya se ha presentado, nada más falta que saque la foto de la primera comunión. "¿Quieres pasar?  Te hago lo que quieras”. Pregunta de obligada respuesta y el tipo joven que da las gracias, pero que nunca ha estado. "Pues mejor me lo pones. Alguna vez tiene que ser la primera. ¡Anda pasa!" Para entonces hay gente que se agolpa y que mira. "¿Estás aquí por trabajo?"  "Sí, y tú?" y de nuevo sonrisa de sirena. Tiene su gracia la cosa pero sin querer entablan conversación, sirena le cuenta algún entresijo, la tarifa y los servicios acostumbrados, el tipo joven abre los ojos de niño sorprendido que aprende cosas que no imagina, Sirena le habla de otras sirenas y de sus designios. La gente que antes se agolpaba ahora se aleja una vez que deciden que nada interesante va a ocurrir. "¿Seguro que no quieres entrar?" y chico guapo que se despide (No, gracias. Llevo prisa, cuídate) buscando el final del pasillo de luz roja y encarando la plaza. Plaza que no llega a cruzar del todo porque piensa en algo y da media vuelta, busca el atajo a la casita encantada pensando que tal vez debiera haber dejado un rastro de miguitas y se planta ante Sirena  de nuevo que le pregunta si cambió de idea. El tipo joven (que no atraviesa el espejo) saca de la bolsita de postales una de sus favoritas y le pide que la acepte como pago por sus servicios de sirena contadora de historias. Finalmente desaparece.

Un tipo joven y solo vuelve a casa pensando en sus propios asuntos y en los de otros, a veces en su idioma, a veces en otros. Piensa en Sirena, en si esa noche la tratarán bien o alguien le dirá cosas bonitas cuando atraviese el espejo, si quizás está pagando un master o el alquiler de un apartamento o si en realidad a las sirenas les importa un carajo lo que piensen de ellas porque para eso son sirenas. Aunque él no lo sabe, mientras toma la salida de la autopista que le llevará al norte, Sirena termina de prender una postal con girasoles radiantes que esa noche iluminarán su pequeño y revuelto planeta de látex.

Publicado por Puzzle a las 23:42
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4 desvaríos:

Anónimo dijo...

Cada día escribes mejor y cosas más bonitas. Megusta que te inventes a gente como Sirena y Tipo Joven y Solo. Hay una historia en cada esquina del mundo, y eso incluye también el Barrio Rojo, con sus farolillos y sus cristales llenos de vaho, y es una suerte que tus ojos sepan encontrarlas y traerlas de vuelta. Aquí las devoramos como si fueran bandejas rascacielos de scons.Un beso enorme. Violeta

Anónimo dijo...

Hola hijo, te escribo desde mi tierra, estoy en casa de mº luisa y he leido lo que tenia atrasado, veo que estas algo despistado en la conducción, ten cuidado y sin más un besote de tu madre

Anónimo dijo...

Lo tuyo es sin duda deformación profesional. Regalar ilusiones y plantar girasoles en el alma de quien se cruza contigo... Muy hermoso.
Un beso.

gonzalvo dijo...

Violeta: como a veces sueles decir, aprendo (lo intento) rápido y en parte , gracias a personas como tú. Las historias andan por todas partes y hay que saber contarlas, me conformo con llegar a conseguirlo alguna vez. Besos como scons.

Mamita querida: no te preocupes, por aqui todos andan con cuidado para cuando los demás nos perdemos. Besos a Maria Luisa. Trae ambrosías y gofio!.

Anonymous: gracias por tus palabras, pero no te creas, los girasoles buscan ellos el solecito, yo me limito a observar. Nada más.

 
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