viernes, 4 de febrero de 2005


Llevo poco tiempo en el mundo de los scons. Me confieso un recién llegado, un desconocedor de la materia. Como diría Drexler, “antes” del Hotel New York nada era lo mismo, yo no era el mismo. Aun a riesgo de parecer repetitivo, hay lugares de los que uno se enamora y a los que quiere volver siempre. No tiene explicación, pero es así. En cualquier caso, ahora es momento de hacer una presentación amable de los scons para que si algún día tienes la oportunidad , te dejes llevar por la experiencia. La mía es breve pero intensa. Como ya he dicho, los scons son amables, amables y simpáticos. La propia palabra confiere felicidad a quien la pronuncia. Haz la prueba ; mientras lees estas líneas di en alto : scon. El efecto es casi inmediato, serás un poco más feliz. Si estás a solas, puedes incluso gritarlo (se requiere el mismo convencimiento con el que alguien clama al aire un amor) y si estás en compañía siempre puedes dejar caer la palabra en una pregunta, como quien no quiere la cosa : “Mi cielo, ¿sabes qué son los scons?” y a partir de ese momento la dicha compartida estará asegurada.

La historia de los scons, para quien no la conozca, se puede contar como un pequeño cuento, en realidad importa poco el resto, los ingredientes o la procedencia (parece ser que inglesa). Lo que cuenta de los scons es el ritual de compartirlos. Esa es la primera regla: jamás comas scons a solas. Tampoco vale cualquier manera de empezar. Mi primera vez fue deliciosa (en el sentido más amplio de la palabra). El escenario , una típica casa del centro de Amsterdam en compañía de unos amigos, los culpables (mil veces gracias) de mi amor por el New York , alguno de los cafés de la ciudad y las bicicletas. Es el mejor de los comienzos ; tomar mate en la cocina mientras Juan prende la pavita y Susana prepara la masa. La cosa se crece si la conversación acompaña, ya sabes; viajes, libros, museos y la vida. Buenos temas para arrancar. Luego preparas nata montada y te sientas a la mesa a seguir mateando. Tomas un scon, lo abres en dos mitades y te sirves tanta nata y mermelada casera como gustes. Música recomendada : Spinetta.

La otra “mejor opción” es pedir un “High Tea” en el hotel New York. Entre las tres y las seis de la tarde, también aquí es de obligado cumplimiento no acudir solo , entre otras cosas, para poder disfrutar de la cara de sorpresa de tu acompañante cuando traigan el té , los emparedados y la torre de tres pisos llena de dulces y chocolates. Normalmente los scons ocuparán la primera bandeja junto a la crema y la confitura. Tómate todo el tiempo del mundo, contempla los barcos transitar por la bahía y escribe algo bonito en una servilleta , algo para ella. Música recomendada : Stravinsky (al fin y al cabo un scon es un poco cronopio) . Vuelve a pronunciar en voz alta la palabra mágica, a partir de ese momento sucederán varias cosas ; tú serás indiscutiblemente más feliz, ese tipo con aspecto de gángster te mirará extrañado y finalmente, la camarera resolverá que has pedido ración extra. No importa. Tienes toda la tarde y barquitos suficientes que mirar.

Publicado por Puzzle a las 23:42
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8 desvaríos:

Anónimo dijo...

mmm... otra ración para mi, por favor...

Anónimo dijo...

Me gusta !. Muy chulo!. He gritado al aire la palabra mágica y ahora estoy mucho más feliz!.

Mil besos.

Anónimo dijo...

Tienes que conseguir la receta!.

Juan dijo...

Sconastico relato, amigo.
Un abrazo y nos vemos esta tarde. ¿Pongo la pava al fuego o nos tomamos un jugo de paraguas en cualquier café?
saludos

Susana Aparicio dijo...

jajaja...vaya! otro que se ha enganchado... ;o)

Me alegra que te hayan gustado! un abrazo!

Anónimo dijo...

Hablando de los scons, hay una leyenda urbana que asegura que Cortázar llegó a comerlos, una tarde de noviembre en que llovía de forma bastante poco desconsiderada en Amsterdam y debió refugiarse en una cálida confitería. De hecho, le impresionaron tanto su sabor y su forma que llegó a plantearse convertirlos en los personajes antitéticos de los famas, pero justo por aquellos días los globos verdes y pizpiretos se pusieron a bailar para él en el concierto de Stravinsky y ganaron el casting cronopiótico. Una pena, desde luego. Arnolfo Jiménez de la Oca.

gonzalvo dijo...

Kalf, Susana: gracias de nuevo por la tarde de ayer ( y todas las demás) . Gracias por mostrarme el cafecito donde lees a Cortázar, el mercado y la planta 11. Sois grandes.

Arnolfo: conocía de oidas esa teoría, pero no la daba como cierta, usted ya sabe, las leyendas urbanas a veces son perdurables en el tiempo pero difícilmente perdurables. En cualquier caso, y como tal, no deja de tener su encanto imaginar al gran maestro en dicha tesitura. Quiero creer que así fue. No deje de visitarnos.

stirwool dijo...

Qué curioso...andaba buscando una receta para preparar scons en una tarde gris de semana santa y me encuentro con este blog. Gracias internet!
La verdad es que mi relación con tan apreciado bocado ha sido más sencilla, quizás porque desde mi más tierna infancia los he visto en las panaderías(vivía en Buenos Aires por ese entonces), convirtiéndolos en moneda corriente de meriendas vespertinas en mi casa paterna.
Bueno, te paso la receta y a ver si te animas y pones las manos en la masa (literalmente)
Ingredientes:
450 g de harina
2 cucharadas de polvo de hornear
150 g de azucar impalpable
150 g de manteca
1 cucharada de esencia de vainilla
2 huevos
1 yema
4 cucharadas de leche fria

Preparado:
Colocar sobre la mesa, en forma de corona, la harina tamizada con
el polvo de hornear y el azucar. Colocar en el centro la manteca fria cortada en trozos pequeños mezclando bien hasta que parezca una arena. Añadir los huevos, la yema, la vainilla y la leche. Estirar con
palote hasta que la masa tenga 2 cm de espesor. Cortar medallones de
4 cm de diametro y colocar en placas ligeramente enmantecadas y
enharinadas. Pintar con huevo batido y cocinar en horno caliente de
10 a 12 minutos.
Suerte y ya me contarás. ;)

 
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