Hace unos meses, Michael Ammar nos hacía un jueguito de magia con el número 11. Recuerdo que me preguntaba cómo decirlo en español, (el zorro de Mike, siempre con su exquisitez). De haber estado en Amsterdam , puedo imaginar qué firma hubiera dejado en el libro de visitas del último restaurante que visitamos.
Descubrir y pasear la ciudad con Juan y Susana es un lujo, primero porque son anfitriones de excepción y segundo, porque hay ciertas afinidades en cuanto a gustos y sitios que hacen que todo sea un poquito más especial. Siempre me gustó descubrir todas las caras de las ciudades y además, siempre pensé que de algún modo las ciudades son amantes (con un gran fondo de armario) que se ponen bonitas de manera especialmente acertada según sea el momento. Ellos me han mostrado la magia de la ciudad, de los cafés, los mercados y los parques. De los lugares fetiche para no olvidar y a los que uno termina siempre regresando.
Descubrir y pasear la ciudad con Juan y Susana es un lujo, primero porque son anfitriones de excepción y segundo, porque hay ciertas afinidades en cuanto a gustos y sitios que hacen que todo sea un poquito más especial. Siempre me gustó descubrir todas las caras de las ciudades y además, siempre pensé que de algún modo las ciudades son amantes (con un gran fondo de armario) que se ponen bonitas de manera especialmente acertada según sea el momento. Ellos me han mostrado la magia de la ciudad, de los cafés, los mercados y los parques. De los lugares fetiche para no olvidar y a los que uno termina siempre regresando.
Me quedé en el 11. Cerca (como casi todo) de la Estación Central se levanta un antiguo edificio a modo de caja de sorpresas . Y en la cima el 11. Ya solo el acceso por la noche es espectacular, como de peli de miedo tienes que recorrer un pasillo pintado para la ocasión y subir en un enorme ascensor industrial con dos enormes portones que en cuanto los abres , ya sabes que tarde o temprano aparecerán los malos (en forma de zombis o de vampiros urbanos) y allí acabará todo. Finalmente no ocurre lo que uno sospecha y el 11 te acoge en verde fosforito. Es el bar para tomar el Capuccino después de visitar el museo que tienes unas plantas más abajo, restaurante para celebrar ese proyecto que firmaron los del estudio de arquitectura de la quinta (con ese cliente inglés que tan poca gracia tiene) y un precioso mirador para contemplar la ciudad. Uno de esos espacios multifuncionales, en los que los fines de semana pinchará el DJ más cool , y de tarde en tarde puedes echar un partido de baloncesto en lo que horas despues será la pista de baile. Zona de lectura, dos enormes videowalls con proyecciones multimedia de última tendencia y camareras para caer rendido de amor.
Por eso sé que el amigo Michael, pediría prestada una baraja (o la haría aparecer) y contaría una historia de un sitio que era un bar, un club , un restaurante y un mirador, al tiempo que hace mezclas y cortes imposibles , chasca los dedos, sonríe y aparece un enorme 11 de corazones entre las manos para que usted pueda llevárselo a casa envuelto en forma de recuerdo inolvidable.
P.D: A Juan y Susana por su truquito de magia conmigo
1 desvaríos:
gracias por la dedicacion!
y nos vemos en Zaragoza
un abrazo grande
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