Yo defiendo la idea de que el mundo de la magia tiene un encanto especial, el mismo que pueda tener el teatro o el circo. Ella defiende lo contrario pero salvando de la quema al teatro.
Violeta no va desencaminada (es endiabladamente lista) y creo saber a lo que se refiere cuando dice cutre. Tampoco quiero que cambie de idea o que mire el mundo a mi modo, me basta con seguir viéndola sonreír y gastar bromas desde el sofá , mientras señala y apunta divertida esta o aquella foto de aquel tipo de la chistera y el frac gastado que hace tiempo que dejó de brillar. Todavía quedan domadores fofos de circo y bailarinas torpes que apenas alcanzan para girar a compás porque el cuerpo y el alma les duele de tanto danzar por la vida. Como el actor que olvidó declamar su guión y reía cuando quería llorar y al revés.
Por ver la sonrisa de un niño o de esa chica que tanto te gusta, uno hace cualquier cosa, incluso meterse a mago (que no es mi caso, porque ni siquiera me considero tal cosa) pero si además, alguien pudiera mirarlos por el ojo de la cerradura durante las horas de ensayo en soledad , a veces incluso en plena oscuridad , tan solo alumbrados por una tenue luz blanca que permita a la paloma aprender el camino de vuelta , o echar la vista atrás contemplando los años que se necesitan para hacer aparecer ramilletes de flores o abanicos de cartas en el aire, para flotar por encima del suelo o para adivinar uno solo de tus pensamientos , tan solo por eso, seguiré pensando que cada vez que un mago enamorado sube a un escenario y hace bailar el bastón, merece la mayor de las reverencias. Porque creo en la magia a los 32, en la magia que me enseñó Yoko , en la de Antón, en la de Michael o David, en la de Pedro , en la de cada una de esas personas que creen que el mundo puede ser un sitio mejor , sólo con hacer sonreír a los demás o permitirles que a veces, de tarde en tarde, la ilusión pueda superar a la realidad.
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