Antonio y Paco ya no hablan de libros ni se dan solemnes lecciones magistrales. Ahora parecen más cercanos y Paco confiesa lo que le ilusionaba lo de Nicolás, pero que ella ha cambiado y desde que el crío nació no se entienden y que le aparta de él, que ella indudablemente sólo piensa en el niño y que él lo está pasando mal porque se siente al margen de madre e hijo. Ponte en mi lugar Antonio, que mira qué bronca me echó por recoger la mesa apilando un plato sobre el otro y no de uno en uno y que -como decía antes- ya nada es lo mismo y es cierto, porque ya no son distribuidor y escritor, sino amigos y parecen de repente más encogidos y más personas y que como a todos, se les lleva el demonio a cada cual con lo suyo.
1 desvaríos:
Qué bueno!
genial
la vida, la vida y sus juegos de realidad
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