Nicolás y Violeta se aman. Conforman un matrimonio feliz que ha sabido adaptarse a los tiempos que corren , a soportar los golpes que la vida suelta sin avisar y a poner cara de perro ante todo lo que pudiera desmoronar su pequeña barca enamorada. Los dos han alimentado sus años de convivencia aplicando reglas sencillas pero eficaces, casi todas ellas basadas en la entrega, la dedicación y la generosidad. Les gusta darse , buscar y perseguir la felicidad mutua , de manera que si alguien les preguntara acerca del secreto de su éxito, responderían a una sola voz que todo se limita a no querer poner candados ni cerrajas en sus vidas y, que lejos de encerrarse en un espacio cerrado, saben bien que la única forma de permanecer junto a alguien (si es que existe esa forma) consiste en desterrar la estúpida idea de poseer o manejar al otro.
Nicolás fabrica armarios a medida. El más reciente de todos preside su propio dormitorio. El material y la forma importan bien poco, Nicolás siempre dice que un armario tiene que ser capaz de albergar todos los sueños de una persona o de una familia, los sueños y los miedos, los miedos y los secretos , para que vayan quedando apilados en montones igualmente repartidos o quizás enmarañados en cada cajonera. El armario fue un regalo por su 20 aniversario, casi no parece un armario, porque casi toda su extensión queda cubierta por un gran espejo de puerta corrediza. Desde el interior es posible ver la totalidad del dormitorio a través del cristal. Desde el exterior , el reflejo de los días empujándose unos a otros de Lunes a Domingo a velocidad dispar. La medida fue calculada con precisión de relojero para que pudieran entrar los sueños , los miedos y los secretos. También era obligado que entrara Nicolás , que pudiera ocupar aquel espacio , acomodarse a él como quien se descubre en un lugar conocido y cercano, pero ajeno a todo lo que no importa, y que por no importar, mantenemos lejos o en la indiferencia.
A veces Violeta se desnuda lentamente casi en movimiento agónico , de espaldas al armario, fingiendo estar sola en la casa, haciendo como que espera o como que desespera y Nicolás que mira desde dentro el cuerpo que tan bien conoce y desea, el puzzle que tantas veces armó y desarmó a conciencia con sus dedos de artesano y que alimenta paciente el nacimiento de algo. Es uno más de los juegos que inventaron para las tardes de viernes que luego trasladaron al resto de los días. De vez en cuando el juego cambia y Violeta recibe visitas de amantes consentidos, haciéndoles pensar que espera sola en la casa, que su marido apenas la atiende o la entiende -que al caso viene a ser lo mismo- y se deja desnudar y manejar como un castillo de naipes que se tambalea antes de derrumbarse , Violeta consiente y accede , sostiene un fino hilo de pensamiento que proyecta hacia el espejo, estudiando su propio reflejo y el de un cuerpo extraño que intenta abrirse paso casi siempre de manera torpe o precipitada, viendo más allá del cristal, concediendo , entregándose frágil o tosca según la pericia de quien la habita, preguntando y respondiendo todo en uno, dándose a Nicolás, manteniendo la mirada fija en el cristal y derramándose entera, tambaleándose aún y rindiendo su fortaleza.
De tarde en tarde, Violeta ocupa el armario y cambian de suerte y de lugar, contempla a Nicolás fingiendo que seduce a una compañera de trabajo, una mujer cualquiera que piensa que Violeta no merece a Nicolás y desearía que las cosas fueran distintas.
Nicolás y Violeta se aman, han alimentado años de convivencia aplicando sencillas reglas basadas en la dedicación y la generosidad. Les gusta entregarse , buscar y perseguir la felicidad del otro. Ahora inventan otros juegos, planean unas vacaciones en los Alpes franceses, animados por unos amigos que conocieron en un local nocturno y que suelen visitar cada verano un pequeño parador frecuentado por parejas con sus mismas inquietudes. Si todo marcha bien, Nicolás espera ampliar su negocio de armarios a medida antes del próximo Enero -semana tres-haciéndolo coincidir (día más día menos) con el momento feliz de Violeta saliendo de cuentas.
(Publicado en la revista cultural "El Desembarco" , Abril 2006)
Nicolás fabrica armarios a medida. El más reciente de todos preside su propio dormitorio. El material y la forma importan bien poco, Nicolás siempre dice que un armario tiene que ser capaz de albergar todos los sueños de una persona o de una familia, los sueños y los miedos, los miedos y los secretos , para que vayan quedando apilados en montones igualmente repartidos o quizás enmarañados en cada cajonera. El armario fue un regalo por su 20 aniversario, casi no parece un armario, porque casi toda su extensión queda cubierta por un gran espejo de puerta corrediza. Desde el interior es posible ver la totalidad del dormitorio a través del cristal. Desde el exterior , el reflejo de los días empujándose unos a otros de Lunes a Domingo a velocidad dispar. La medida fue calculada con precisión de relojero para que pudieran entrar los sueños , los miedos y los secretos. También era obligado que entrara Nicolás , que pudiera ocupar aquel espacio , acomodarse a él como quien se descubre en un lugar conocido y cercano, pero ajeno a todo lo que no importa, y que por no importar, mantenemos lejos o en la indiferencia.
A veces Violeta se desnuda lentamente casi en movimiento agónico , de espaldas al armario, fingiendo estar sola en la casa, haciendo como que espera o como que desespera y Nicolás que mira desde dentro el cuerpo que tan bien conoce y desea, el puzzle que tantas veces armó y desarmó a conciencia con sus dedos de artesano y que alimenta paciente el nacimiento de algo. Es uno más de los juegos que inventaron para las tardes de viernes que luego trasladaron al resto de los días. De vez en cuando el juego cambia y Violeta recibe visitas de amantes consentidos, haciéndoles pensar que espera sola en la casa, que su marido apenas la atiende o la entiende -que al caso viene a ser lo mismo- y se deja desnudar y manejar como un castillo de naipes que se tambalea antes de derrumbarse , Violeta consiente y accede , sostiene un fino hilo de pensamiento que proyecta hacia el espejo, estudiando su propio reflejo y el de un cuerpo extraño que intenta abrirse paso casi siempre de manera torpe o precipitada, viendo más allá del cristal, concediendo , entregándose frágil o tosca según la pericia de quien la habita, preguntando y respondiendo todo en uno, dándose a Nicolás, manteniendo la mirada fija en el cristal y derramándose entera, tambaleándose aún y rindiendo su fortaleza.
De tarde en tarde, Violeta ocupa el armario y cambian de suerte y de lugar, contempla a Nicolás fingiendo que seduce a una compañera de trabajo, una mujer cualquiera que piensa que Violeta no merece a Nicolás y desearía que las cosas fueran distintas.
Nicolás y Violeta se aman, han alimentado años de convivencia aplicando sencillas reglas basadas en la dedicación y la generosidad. Les gusta entregarse , buscar y perseguir la felicidad del otro. Ahora inventan otros juegos, planean unas vacaciones en los Alpes franceses, animados por unos amigos que conocieron en un local nocturno y que suelen visitar cada verano un pequeño parador frecuentado por parejas con sus mismas inquietudes. Si todo marcha bien, Nicolás espera ampliar su negocio de armarios a medida antes del próximo Enero -semana tres-haciéndolo coincidir (día más día menos) con el momento feliz de Violeta saliendo de cuentas.
(Publicado en la revista cultural "El Desembarco" , Abril 2006)
1 desvaríos:
¿ y con amar les resulta suficiente?
¿ no aparece un tercero que cambia las reglas y que cierra la puerta del armario?
Un abrazo desde la otra puerta, donde también estoy espiando.
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