Justo al mismo tiempo (no en otro) en el que sucede el impacto del gran proyectil contra el corazón del cometa, ya saben, a la vez, en el instante justo en el que los hombres de camisa azul aplauden o se abrazan al confirmarse la colisión, otro (otros) impactos menores pero sin duda más devastadores suceden en un planeta también azul con forma de mujer. Por una extraña –pero no desconocida- relación causa-efecto, cuerpos extraños que creíamos habituales, arañan de manera continua la superficie de un entorno frágil y asaltado previamente por todo tipo de injurias o reproches. Si el cráter producido en el cometa tiene las dimensiones de un edificio de veinte alturas, la fractura de una mujer herida (en comparación) equivale a millones de años de erosiones perpetuas.
Una gota de agua es capaz de penetrar una cordillera, del mismo modo que una mujer sometida a todo tipo de reproches, termina agotada y se apaga, pierde su estela de luz, deja de brillar, de esperar, lejos de los aplausos o los abrazos de los hombres de camisa azul en el planeta azul, que verifican que no hubo errores en el cálculo de la trayectoria, ajenos a su vez a los impactos sobre la mujer que recibe las descargas, ahora ya sin inmutarse, o pensando que no se inmuta, describiendo una línea infinitamente distinta a la precisada.
En una última medición, los hombres de camisa azul descubren por azar a una mujer satélite a la deriva, averiguan que todo se debe al impacto de un proyectil con forma de lavadora, posiblemente de material cobre (a falta de tener un análisis mas o menos preciso que lo confirme) y que contra todo pronóstico, cualquier fenómeno anterior no merece la pena ser destacado en comparación con aquel. Es entonces que deciden mandar una expedición de rescate, que según los cálculos más optimistas, alcanzará su destino dentro de doce millones de años luz.
Una gota de agua es capaz de penetrar una cordillera, del mismo modo que una mujer sometida a todo tipo de reproches, termina agotada y se apaga, pierde su estela de luz, deja de brillar, de esperar, lejos de los aplausos o los abrazos de los hombres de camisa azul en el planeta azul, que verifican que no hubo errores en el cálculo de la trayectoria, ajenos a su vez a los impactos sobre la mujer que recibe las descargas, ahora ya sin inmutarse, o pensando que no se inmuta, describiendo una línea infinitamente distinta a la precisada.
En una última medición, los hombres de camisa azul descubren por azar a una mujer satélite a la deriva, averiguan que todo se debe al impacto de un proyectil con forma de lavadora, posiblemente de material cobre (a falta de tener un análisis mas o menos preciso que lo confirme) y que contra todo pronóstico, cualquier fenómeno anterior no merece la pena ser destacado en comparación con aquel. Es entonces que deciden mandar una expedición de rescate, que según los cálculos más optimistas, alcanzará su destino dentro de doce millones de años luz.
4 desvaríos:
desde el asteroide B624 (apenas vecino al B612) la mujer satélite mira el cosmos, sabe que llegará la expedición de rescate algún día y prepara su propia nave para no volver nunca más
tal vez queden otros planetas -piensa- con menos camisas, menos lavadoras...y sonríe.
Mi expedicion de rescate esta siendo saboteada por la agencia espacial europea... con lo facil que es colaborar...
Hola, hace un tiempo que te leo, me llamo Nadia, como uno de tus cuentos y me encantó.
No sé cómo haces para despertar tantas cosas en la gente, o para contar la vida del modo en que tú lo haces. No sé cómo haces , pero por favor, sigue haciéndolo.
Cada una de tus historias es una expedición de rescate.
Besos
Obligada a esperar. Un beso.
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