Según la profesora, Zaire no quería tirarme cuando se desbocó. Me dijo que se había asustado y ya está. La verdad es que no me moví de la silla y después de calmarla le di dos vueltas al paso, un poco por ella y un poco por mí, pero luego me bajé temeroso de que pudiera lastimarme. Los caballos son como algunas personas, siempre te echan un pulso antes de empezar , miden tus fuerzas para saber si pueden "dominar" la situación y luego sin embargo, resultan ser asustadizos (también , como algunas personas) . Cuando les entra el miedo te intentan bajar. El susurrador sostiene que Zaire se asusta porque huele el miedo de la persona que debe guiarla y entonces , se afianza en la sospecha de que hay un buen motivo para salir trotando en huída hacia la cuadra, hacia lo conocido. Hacia casa.
Cuando me dijeron que era rebelde quise conocerla mejor. Más tarde descubriría que realmente es un animal indómito pero noble. Por eso mi amistad con Zaire va más allá de las tardes compartidas, de darnos cuerda mutuamente o de intentar adivinar quién lleva las riendas de quién. A ratos, creo que ella se da cuenta de lo que pienso, de que intuye todos mis desalientos y se apiada de mí , por eso echa a trotar río abajo, queriéndome tirar de su grupa para ver si del golpe espabilo y entonces me decido a tomar las riendas de verdad, sin miedos ni miramientos. Mientras tanto he decidido disimular y hacer como que no me incumbe, aunque temo que ella está adoptando la misma postura. Por eso cuando cepillo sus crines , jugamos a encontrarnos la mirada y a interrogarnos en silencio, me vuelve a tomar el pulso y si ese día amanece con ánimo suficiente , será la compañera ideal a quien contarle mis confidencias . Por eso tengo la certeza de que Zaire no quería tirarme cuando se desbocó, la profesora me dijo que se había asustado y ya está.
Cuando me dijeron que era rebelde quise conocerla mejor. Más tarde descubriría que realmente es un animal indómito pero noble. Por eso mi amistad con Zaire va más allá de las tardes compartidas, de darnos cuerda mutuamente o de intentar adivinar quién lleva las riendas de quién. A ratos, creo que ella se da cuenta de lo que pienso, de que intuye todos mis desalientos y se apiada de mí , por eso echa a trotar río abajo, queriéndome tirar de su grupa para ver si del golpe espabilo y entonces me decido a tomar las riendas de verdad, sin miedos ni miramientos. Mientras tanto he decidido disimular y hacer como que no me incumbe, aunque temo que ella está adoptando la misma postura. Por eso cuando cepillo sus crines , jugamos a encontrarnos la mirada y a interrogarnos en silencio, me vuelve a tomar el pulso y si ese día amanece con ánimo suficiente , será la compañera ideal a quien contarle mis confidencias . Por eso tengo la certeza de que Zaire no quería tirarme cuando se desbocó, la profesora me dijo que se había asustado y ya está.
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