martes, 16 de noviembre de 2004


Uno no se acostumbra a decir adiós. Sobre todo si es definitivo. Todos le prometimos que saldría adelante porque ella era fuerte y capaz de superar cualquier cosa. “Voy a salir de esta, verdad?”. “Claro que sí , no lo dudes”. Y no se rindió, siguió contando chistes a pesar de la morfina cada cuatro horas y de todo el dolor que le consumía cada día. Hay gente con casta que vive y apura la vida con un coraje inusitado hasta el último segundo. Ella era así a pesar de todos los palos.

Ese es el motivo por el que eliges quedarte con la última imagen, la de las bromas y los disparates, la de peleas fingidas a modo de comedia de situación. Esa es la imagen que nos hemos querido quedar todos. Y es que las piezas del puzzle de cada uno también son así. A veces toca. Y entonces no hay cuento que valga ni historias urbanas graciosas. La de hoy, también es una historia urbana pero jodida. Además de esta, vienen otras despedidas, otra vez cerrar círculos, acostumbrarse a las ausencias (¿ se puede acostumbrar uno a ciertas pérdidas ?) y enfrentarse a los duelos como mejor podamos manejarlos. Por eso , cada vez me resulta más difícil asumir que nos compliquemos tanto la vida y se la compliquemos a los demás, sin pararnos a pensar en lo frágil que resulta ser todo. Tenemos una vida de plastilina.

Me mata ver así a mi padre y me mata la idea de que no encontremos la forma de decírselo a la mujer más guapa del mundo. ¿ Cómo se le dice a alguien que se le ha muerto un hijo?. Hay cosas por las que nadie debería tener que pasar jamás. Me jode ver cómo se consume en vida tanta ternura. Disculpen el ejercicio lastimero de hoy, pero es mi manera de gritar que no me acostumbro a decir adiós. Ni de un tipo ni de otro.

Publicado por Puzzle a las 10:50
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1 desvaríos:

Anónimo dijo...

Existen situaciones en las cuales el decir adios es lo que toca y apesar de ello no nos vamos. Porque sencillamente no podemos!

 
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