A la mujer más guapa del mundo se le apaga la lumbre. No me cansaría nunca de tocarle el pelo, acariciarlo con las puntas de los dedos para hacer que rabie y me riña, para arrancar una de las sonrisas gastadas que ya no luce en su rostro. Se le apaga la luz y la vida, mientras me acurruco a su lado y la espío de reojo, que no sepa que la miro mientras guarda las manos encogidas bajo el chal porque ahora todo le da frío. El frío que uno siente en la piel y en los huesos cuando se va consumiendo. Yo creo que sospecha y que intuye, que sabe lo que pasa y lo que ha perdido, que se siente un mueble descascarillado cerca de la vieja estufa y que preferiría no estar. No para estar así.
Por eso le paso la mano por el hombro que pide permiso para aterrizar sobre su chaqueta de lana , a ver si así puedo alimentar un poco más la poca lumbre que le queda. Y a veces ocurre que protesta una conversación que escucha a destiempo y entonces le cambia la cara, y a mí se me enciende algo por dentro. Otras (las menos) hace como que no escucha, a lo mejor porque no quiere oír lo que tiene que oír, entonces, también le cambia la cara que se le pone de enfadada con la vida, pero es sólo un segundo porque levanta la vista, y me pregunta por mis viajes, mis amores y el trabajo. Y le contesto -como siempre- lo mismo, que quién me va a querer abuela, y ella , hoy por primera vez ya no ha sonreído ni me ha dicho lo de siempre, lo que tanto me gusta escuchar de su voz, de esa voz de la que ahora sólo quedan unos hilillos de ternura consumida.
Y me vuelvo con la promesa de ir a verla antes de mi viaje a Holanda, para poder tocarle el pelo e intentar atisbar en su mirada, un poquito de la lumbre que se le escapa y se le apaga , de la que ya sólo van quedando rescoldos.
Por eso le paso la mano por el hombro que pide permiso para aterrizar sobre su chaqueta de lana , a ver si así puedo alimentar un poco más la poca lumbre que le queda. Y a veces ocurre que protesta una conversación que escucha a destiempo y entonces le cambia la cara, y a mí se me enciende algo por dentro. Otras (las menos) hace como que no escucha, a lo mejor porque no quiere oír lo que tiene que oír, entonces, también le cambia la cara que se le pone de enfadada con la vida, pero es sólo un segundo porque levanta la vista, y me pregunta por mis viajes, mis amores y el trabajo. Y le contesto -como siempre- lo mismo, que quién me va a querer abuela, y ella , hoy por primera vez ya no ha sonreído ni me ha dicho lo de siempre, lo que tanto me gusta escuchar de su voz, de esa voz de la que ahora sólo quedan unos hilillos de ternura consumida.
Y me vuelvo con la promesa de ir a verla antes de mi viaje a Holanda, para poder tocarle el pelo e intentar atisbar en su mirada, un poquito de la lumbre que se le escapa y se le apaga , de la que ya sólo van quedando rescoldos.
1 desvaríos:
La mujer más guapa del mundo tiene suerte de tener al nieto más especial de mundo. No dejes nunca de acariciarle el pelo. Nunca.
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