Ya no nos llamamos igual , comenta por lo bajo el cantante, quizás porque los años se han ido pegando a las paredes del local como canciones gastadas. En eso a los chicos no les falta razón, lo aprueban entonces, no pueden, no deben llamarse como siempre, por ellos mismos, por mirarse a la cara y ver otra expresión distinta colgando de sus cabezas, un indicio de algo nuevo que les recuerde que lo que venga ahora no será una continuación más.
En realidad, desprenderse de un traje que queda chico después de todo ese tiempo no resulta tan grave, por eso ahora las canciones ya van sonando distintas, como si se sintieran diferentes al ser acariciadas por alguien que tiene ese aire de extraño que nos magrea por primera vez.
Es raro pero les gusta, ahora los recortes de periódicos tendrán otro significado, quedarán junto a las fotos y las entrevistas de cuando pasaban de refilón por alguna lista de éxitos y les detenían en los garitos para pedirles besos o firmas. No pueden decir que son los mismos -exactamente los mismos- aunque lo sean, con las mismas ganas de tocar, con el sonido de siempre, contra las mismas paredes y ellos dirigidos hacia el gran espejo donde solían ver reflejadas tantas cosas, tantas caras, todo el humo de los vicios y la luz roja, figuras de mujer proyectadas en el ambiente cargado, una guitarra que suena y ciertas melodías que recuerdan a otras que ya pasaron por allí, nos visitaban y se iban, recuerdan los chicos, pero a veces se quedaban y entonces todo, todo volvía a sonar como aquella poderosa máquina bien engrasada que no podía dejar de escupir acordes y vomitar rock.
En realidad, desprenderse de un traje que queda chico después de todo ese tiempo no resulta tan grave, por eso ahora las canciones ya van sonando distintas, como si se sintieran diferentes al ser acariciadas por alguien que tiene ese aire de extraño que nos magrea por primera vez.
Es raro pero les gusta, ahora los recortes de periódicos tendrán otro significado, quedarán junto a las fotos y las entrevistas de cuando pasaban de refilón por alguna lista de éxitos y les detenían en los garitos para pedirles besos o firmas. No pueden decir que son los mismos -exactamente los mismos- aunque lo sean, con las mismas ganas de tocar, con el sonido de siempre, contra las mismas paredes y ellos dirigidos hacia el gran espejo donde solían ver reflejadas tantas cosas, tantas caras, todo el humo de los vicios y la luz roja, figuras de mujer proyectadas en el ambiente cargado, una guitarra que suena y ciertas melodías que recuerdan a otras que ya pasaron por allí, nos visitaban y se iban, recuerdan los chicos, pero a veces se quedaban y entonces todo, todo volvía a sonar como aquella poderosa máquina bien engrasada que no podía dejar de escupir acordes y vomitar rock.
1 desvaríos:
¿Se quitarán del todo el traje, o será una intentona más para evitar un desastre dilatado, una negación del presente y ese cansino guiño del pasado?
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