El príncipe tiene princesa y la princesa tiene una Moleskine. En la entrega de premios se quitó por momentos su vestidito real y se disfrazó de periodista (lo que resulta ciertamente curioso, porque casi nadie nunca supo que el sueño de la princesa era haber sido periodista y no reina) y mientras el cineasta francés hablaba de sus prismas y sus planteamientos, ella anotó y anotó en la Moleskine, así como de lado para que el príncipe no la viera.
Entre gaiteros y hombres de chaqué , entre flashes y pamelas fuera de temporada, alguien reparó en el cuaderno de bitácora pequeño y elegante, en cómo acariciaba las hojas color vainilla y apuntaba las ideas que más le entusiasmaban ; y lanzó la crónica al mundo. Y claro, los príncipes también tienen (como todos los matrimonios modernos) momentos para ellos, para hablar de cómo les ha ido el día y qué les ha parecido el tinglado y la comida con los premiados. Pero en realidad lo que el príncipe quiere saber es lo que la princesa escribe en su Moleskine cada día, y que ella a veces sí -pero otras no- le lee en voz bajita al oído , y el príncipe la mira embobado porque le encanta su voz y su aplomo, y las ideas que tiene. "Tienes que escribir más, dejar salir todo eso tan bonito que tienes dentro". Pero el protocolo es el mayor enemigo de las princesas que tienen moleskines. Así que se quedan dormidos y abrazados , ella soñando con cuando era niña y anotaba los sueños en su diario , con su primera Moleskine y el primer cuento que mandó a un concurso con seudónimo, con su deseo infinito de ser reportera de la vida para recorrer el mundo con una maleta siempre dispuesta y un busca echando humo prendido de la hebilla de su cinturón de exploradora, y el príncipe que también sueña, con sus ganas locas de ser futbolista y piloto, y a veces se despierta y la mira preguntándose qué vio la princesa para fijarse en él, sobre todo, siendo que él no sabe escribir tan lindo como ella.
Y cuando la princesa no mira, el príncipe lee su Moleskine a escondidas y aún se enamora más de ella. Si cabe.
Entre gaiteros y hombres de chaqué , entre flashes y pamelas fuera de temporada, alguien reparó en el cuaderno de bitácora pequeño y elegante, en cómo acariciaba las hojas color vainilla y apuntaba las ideas que más le entusiasmaban ; y lanzó la crónica al mundo. Y claro, los príncipes también tienen (como todos los matrimonios modernos) momentos para ellos, para hablar de cómo les ha ido el día y qué les ha parecido el tinglado y la comida con los premiados. Pero en realidad lo que el príncipe quiere saber es lo que la princesa escribe en su Moleskine cada día, y que ella a veces sí -pero otras no- le lee en voz bajita al oído , y el príncipe la mira embobado porque le encanta su voz y su aplomo, y las ideas que tiene. "Tienes que escribir más, dejar salir todo eso tan bonito que tienes dentro". Pero el protocolo es el mayor enemigo de las princesas que tienen moleskines. Así que se quedan dormidos y abrazados , ella soñando con cuando era niña y anotaba los sueños en su diario , con su primera Moleskine y el primer cuento que mandó a un concurso con seudónimo, con su deseo infinito de ser reportera de la vida para recorrer el mundo con una maleta siempre dispuesta y un busca echando humo prendido de la hebilla de su cinturón de exploradora, y el príncipe que también sueña, con sus ganas locas de ser futbolista y piloto, y a veces se despierta y la mira preguntándose qué vio la princesa para fijarse en él, sobre todo, siendo que él no sabe escribir tan lindo como ella.
Y cuando la princesa no mira, el príncipe lee su Moleskine a escondidas y aún se enamora más de ella. Si cabe.
1 desvaríos:
Gracias Jorge, me disfrutado leyendo el post de "Maleskine Real", y algo así, es de agradecer.
Seguiré navegando por tu blog.
;-)
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