Se había acercado a los treinta y tres como quien se acerca a una feria recién instalada en la ciudad, con la emoción doblada en los bolsillos (con forma de avión o de monigote de día de los inocentes) y un gran interrogante que le colgaba de la boca, atravesándole la lengua y asomándole el puntito por entre los dientes. Un interrogante amarillo canario, como su medio corazón, como su fluorescente de subrayar adjetivos y palabras que no conocía. Ahora le daba por eso, luego sería otra cosa, a saber, pero nada que se le pareciera.
Luego estaba esa sensación de feria desierta, como en un sueño que termina en algo malo, la noria vacía, quieta, y en la sala de los espejos mirándose pero viéndose, a ratos bien a ratos no tanto, contemplando una imagen de sí mismo desfigurada y casi irreconocible y después salir corriendo, gritando, pero sin proyectar sonido alguno y en la caseta de los feriantes, el algodón de azúcar y los peluches pero nada más.
Al fondo de la calle, cuelga una gran bolsa de papel coloreado, nunca tuvo una fiesta de cumpleaños con piñata, sabe que en lo alto, cuelgan los premios, los que espera desde los treinta y dos, los que cree haber merecido, solo que esta vez no hay nadie más, no hay otros como él, echa a faltar la algarabía y los aplausos, más que los aplausos, los abrazos, como todo sucede sin orden ni lógica, sabe que tiene los ojos cerrados, que los brazos comienzan a dar palos al aire sin saber muy bien hacia dónde apuntar, sospecha que ahí no acaba todo, imagina que hay algo más, los premios en lo alto y los treinta y tres a punto de caerle en la cabeza, golpeando cada vez más fuerte al viento, alcanzando a veces de refilón la piñata, suena el papel aplastado, con ganas de venirse abajo, entonces piensa en columpios, en niños que gritan cuando alcanzan la vertical más alta, niños con las rodillas sucias a punto de tocar el cielo con las manos, le viene la imagen como de lejos, en un eco de risas, silba la gran vara de madera, el papel, los regalos, los años, los últimos días con sus últimas horas, la tarde de domingo, luego la noche, después el lunes, sabe que tiene que seguir golpeando, dando más palos al aire, más incertidumbres que llegan, más vida por delante y una gran piñata, llena, con la panza hinchada y medio abierta, rebosante de preguntas con interrogantes, desgarrándose, a punto de estallar y de bañarle de una fina lluvia de puntos amarillos como corazones a medias.
Luego estaba esa sensación de feria desierta, como en un sueño que termina en algo malo, la noria vacía, quieta, y en la sala de los espejos mirándose pero viéndose, a ratos bien a ratos no tanto, contemplando una imagen de sí mismo desfigurada y casi irreconocible y después salir corriendo, gritando, pero sin proyectar sonido alguno y en la caseta de los feriantes, el algodón de azúcar y los peluches pero nada más.
Al fondo de la calle, cuelga una gran bolsa de papel coloreado, nunca tuvo una fiesta de cumpleaños con piñata, sabe que en lo alto, cuelgan los premios, los que espera desde los treinta y dos, los que cree haber merecido, solo que esta vez no hay nadie más, no hay otros como él, echa a faltar la algarabía y los aplausos, más que los aplausos, los abrazos, como todo sucede sin orden ni lógica, sabe que tiene los ojos cerrados, que los brazos comienzan a dar palos al aire sin saber muy bien hacia dónde apuntar, sospecha que ahí no acaba todo, imagina que hay algo más, los premios en lo alto y los treinta y tres a punto de caerle en la cabeza, golpeando cada vez más fuerte al viento, alcanzando a veces de refilón la piñata, suena el papel aplastado, con ganas de venirse abajo, entonces piensa en columpios, en niños que gritan cuando alcanzan la vertical más alta, niños con las rodillas sucias a punto de tocar el cielo con las manos, le viene la imagen como de lejos, en un eco de risas, silba la gran vara de madera, el papel, los regalos, los años, los últimos días con sus últimas horas, la tarde de domingo, luego la noche, después el lunes, sabe que tiene que seguir golpeando, dando más palos al aire, más incertidumbres que llegan, más vida por delante y una gran piñata, llena, con la panza hinchada y medio abierta, rebosante de preguntas con interrogantes, desgarrándose, a punto de estallar y de bañarle de una fina lluvia de puntos amarillos como corazones a medias.
8 desvaríos:
Feliz cumpleaños compañero!. A ver si te dejas ver pronto y te pagas unas cañas o unos cafelitos!
Espero que te caigan bien.
Un abrazo!!!!
¡Felicidades!Espero que a los 33 nos sigas deleitando con tus preciosas historias.
Muchas felicidades Jorge!...casi se me olvida el día!...si puedo te llamo luego.
Un abrazo enorme!
Hola Jorge!, no nos conocemos pero te leo hace tiempo, sobre todo desde que sabemos que eres medio canario y que cuentas cosas tan lindas de tu isla.
Me llamo Nayra y he leído que es tu cumpleaños, así que me atrevo a felicitarte.
Un abrazo atlántico y te deseo el mejor día de todos!
P.D: mi marido también te lee y te manda abrazos.
Muchísimas felicidades niño. Espero que esa piñata esconda muchas cosas buenas para ti, porque sin duda alguna te mereces eso y más.
Un beso desde lejos, muy lejos.
Buffff, asi que los treintaytres son como los veintisiete... Por cierto el mio es el viernes ;) Asi que Zorionak para los dos.
Abrazos muchos yy un par de besos, buenos 33.
Linda forma de decirte, tenés.
Que esa piñata siga rebosante de preguntas con interrogantes.
Siempre.
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