lunes, 25 de junio de 2007




El protagonista de esta historia tiene un día de perros: su mujer se la pega con Desgana, un tipo gris y grasiento que se encarga de cuidar el patio de vecinos y se beneficia —también— a la del tercero, luego está el añadido del cabrón de su gestor, que sólo le da disgustos con el IVA y que nunca conseguirá que le salga nada a devolver, y también su jefe —otro figurín— que sabe cómo sacarle de sus casillas cada vez que se acerca a esa triste mesa de oficina mientras le mira de soslayo. Muy raro todo.

Muy raro todo. Eso y el codo de la tubería del fregadero, que se sale, y que seguro que fue el detonante de su primera ración de cuernos: tuvieron que llamar a un fontanero que no tendría más de dieciocho primaveras, que andaba aprendiendo la profesión familiar y que entre ñapa y ñapa se entretenía —cómo no— amasando los pechos de las señoras hartas de la vida y necesitadas de contar algo interesante en las meriendas caseras de Stanhome. Claro.

Claro que lo último que imaginaba era lo de la junta de la culata, porque mira que es jodida una reparación de esas, lo dice el del taller, con su palillo en la boca y todo, mientras se rasca la cabeza y después la entrepierna.

Seguro que de trescientos no baja,
déjeme puestas las llaves que intento hacérselo rápido,
pero ya ve cómo andamos de trabajo,
y más ahora, para navidades…
que la gente lo quiere todo para antes de ayer

Antes de ayer había sido un día triste pero sin sobresaltos, al menos eso es lo que piensa, un día sin grandes cataclismos, un día sólo para dejar pasar. Le gusta arrancar la hoja del calendario de la parroquia que cuelga de la pared grasienta de la cocina desde abril y que se quedó petrificado en un domingo veintisiete.

Veintisiete son los euros que le quedan para acabar el mes y están a día ocho. Cómo hacer para llegar a treinta y uno y sobrevivir a los recibos, a las fechas señaladas, a las solitarias cenas familiar y, por supuesto, a Desgana que copula sudoroso sobre su mujer, o igual ni eso, a lo mejor sólo la apoya contra el fregadero (no quiere ni pensar que fue así como empezó a gotear el codo) y terminan en dos minutos, sin bajarse los pantalones. A veces, se sienta en alguna plaza para no llegar tan pronto a casa, se busca en los bolsillos, encuentra cinco euros de los veintisiete que le quedan y que tan a gusto se gastaría en una cerveza o en un bote de salfumán para tomarse de un trago, luego suele cambiar de idea y compra un paquetito de castañas que le llevará a su mujer, que seguro que ha tenido un día peor que el suyo, porque las meriendas de Stanhome son harto aburridas y porque tiene que sufrir a Desgana que, al fin y al cabo, es un tipo desagradable que se encarga de mantener entretenida a su Paqui, la pobre, todo el día tan solita y tan venida a menos.

Ilustración: © Cecilia Varela

Publicado por Puzzle a las 12:58
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