miércoles, 26 de mayo de 2010




Como quien descubre de pronto en la boca del estómago el regusto agrio de una ración extra de cuernos, aparece ante él la visión espectral de una certeza: es un perdedor. Una mala racha, que diría alguien, pero que él interpreta como el más absoluto de los fracasos. Un perdedor en toda la extensión de la palabra. Desde la “pe” hasta la “erre”. Las certezas conllevan ese tipo de argumentos inapelables: se le aparecen a uno de repente y ya no hay quien te quite la idea de la cabeza. Está convencido de eso y de la existencia de un método japonés para cada cosa —bien es sabido que los japoneses desarrollan métodos insospechados para todo: para pelar un huevo, por ejemplo, o masajear los testículos, que es casi lo mismo—. Precisamente ahora, en medio de esa gran explanada abandonada que es su certeza, contempla sin perder detalle el vidrio helado de la televisión por cable, mientras un oriental enjuto y sonriente explica el método japonés para doblar camisetas en un anuncio que se repite una y otra vez. Analiza bien los movimientos. Le sorprende la aparente facilidad con la que sucede todo, el japonés extiende la camiseta sobre la mesa, la acaricia un poco, como si quisiera prepararla para lo que viene a continuación, pinza con los dedos dos puntos invisibles de tela, cruza las manos en el aire y con un movimiento de prestidigitador, ¡zas!, la coloca de nuevo ante los espectadores, perfectamente doblada, como si acabara de sacarla de su precinto original. No hay fisuras ni pliegues que rompan la estética del conjunto. Toda la maniobra sucede en menos de cuatro segundos. El anuncio se repite esta vez a cámara lenta, desafiando la inteligencia de quien contempla el prodigio. Los subtítulos garantizan que cualquiera puede hacerlo en sus casas si le pone empeño al asunto. Pero él no. Él es un fracasado. Por eso lleva toda la tarde intentando doblar sus camisetas mientras sigue, al pie de la letra, las directrices del método japonés. En todas las ocasiones ha tenido que retocar algún pliegue o rehacerlo por completo. Ha perdido la cuenta. Considera que si no es capaz de doblar una camiseta según lo establecido por un método existente, es posible que no sea capaz de dar pie con bolo en nada. No en estos días rancios. No ahora, cuando hace justo una semana que ella se marchó con su monitor de fitness. Así que permanece sentado frente al canal de televisión por cable, mientras la desidia de los últimos días, le pellizca en el codo, le anima —insidiosa— a cambiar de emisora, no vaya a ser que en el siguiente bloque de anuncios, aparezca un tipo amarillo e igual de enjuto, que haya inventado el método japonés para dejar de estar jodido.

(Publicado en la revista cultural "El Desembarco", Octubre 2007)

Publicado por Puzzle a las 15:11
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