lunes, 21 de noviembre de 2005




No tenía senos ni la huella de los senos en su juntura, ese canalillo en que las miradas se fijan para reconocer a la mujer. Tenía que descotarse y le daba vergüenza no poder enseñar la juntura inquietante. Tenía la caja del pecho de un transformista, de un imitador de estrellas.

Hubo que llevarla a París y allí penetraron en el Instituto de Belleza. Todo olía a jabón en aquel instituto y a los espejos les habían sacado brillo las gamuzas más finas. La mujer que no tenía senos presentó sus quejas.

“Hay que someterla a un tratamiento interior. Tome estas píldoras durante unos días”, dijo el director, y la dio una caja llena de píldoras grandes, enormes, inusitadas, con aspecto de ser imposibles de tragar. Al cabo de una temporada, el director, convencido de que los senos no brotaban , dijo: “la hemos dado simiente de senos, y como es imposible darla senos nuevos, la haremos algo que es por lo menos posible, la juntura de los senos, ese canalillo que es como el que conduce al punto de mira de la pistola y que es lo imprescindible”. El director tomó en sus manos el escoplo y el martillo blando y dio numerosos golpes en el esternón de la joven sin senos, consiguiendo señalar una depresión delicada, suscitadora de los inquietantes senos en la caja dura de su pecho.

Ya durante siempre en su descote lució la línea sinuosa, inquietante, resbaladora de la juntura de los senos. Y cayó en sus manos un marido gracias a eso.

(Ramón Gómez de la Serna)

Publicado por Puzzle a las 12:21
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2 desvaríos:

Anónimo dijo...

Yo no tenía senos, ni sexo, ni piernas, tampoco labios ni dedos, sólo tenía recuerdos lejanos y cosas a las que aferrarme para no dejar de ser quien era. A mí también me clavaron un martillo en el esternón y aún hoy todavía intentan desengancharlo.

Itzy dijo...

Hay veces en que ser mujer se convierte sólo en eso, en unos senos, en ser senos, en tener senos para poder amar, para poder ser amada...

 
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