Lo último que vimos fue un enorme anuncio de ron Arehucas aplastando un furgoncito blanco. Luego, una guagua que intentaba esquivar los golpes de mar y viento. Vimos eso y a alguien santiguándose. Las autoridades recomiendan precaución. Madre llamó hace un rato con lágrimas en la boca del disgusto que llevaba y es que susto tras susto, siempre supimos que la isla no estaba preparada para lo que vino. Las calles son ahora un castillo de naipes venido abajo y todavía parece que se escucha el bramido del viento y el aguacero arrastrándolo todo. Se fue la luz, se apagó la ciudad entera. Yo lo supe porque quedaron atrapados en el ascensor un par de funcionarios del Cabildo con los que siempre coincido tomando el cortado, también porque nos dijeron de no ir a trabajar mañana. Lo dijo el alcalde. Dijo eso y que dentro de unas horas la policía tomará la ciudad para evitar el pillaje.
Algunos hombres se han quedado en casa mirando al cielo mientras las mujeres preparan algo caliente, sancocho o un caldo de papas. Madre, además de llorar, está preocupada porque ahora tendrá que cocinar todo lo del congelador antes de que se ponga malo. Lo peor, dice el abuelo, es lo de Agaete. Esta vez a Dios se le ha ido la mano con la tormenta y hasta ha perdido el juicio, el juicio y la puntita del Dedo. Nayra casi se cae de espaldas cuando han dado la noticia. Se ha sentado en el suelo con las piernas cruzadas y lo siguiente ha sido buscar en los cajones las fotos de la excursión a Guayedra. Por aquel entonces ya nos acostábamos y compartíamos gastos en el piso de Santelmo. La excursión fue idea de Chano, el compañero de piso de Nayra, más tarde se apuntó toda la pandilla. Hacíamos asaderos y saludábamos al pasaje cuando se aproximaba a la costa (más bien acariciaba) el ferry que volvía de Tenerife cada noche, luego cantábamos a Serrat y amanecíamos hambrientos de vida. Algunas veces doblábamos la cala para asomarnos a ver el Dedo y nos quedábamos sobrecogidos en silencio. El Dedo siempre apuntaba en la misma dirección que nuestros sueños. Nayra dice que nuestra pequeña viene de una noche en Guayedra, por eso ahora me mira y se le escapa una lágrima , en sus manos una decena de fotos del dedo, Chano haciendo el tonto y la pandilla posando para un mañana mejor.
La niña mira la tele, hoy se puede quedar un poco más porque mañana no irá a la escuela. Aparecen las primeras imágenes del dedo mutilado. El abuelo no deja de mirarse el final de las manos, como quien espera que algo importante suceda, está convencido de que mañana despertará sin el meñique o sin el anular y guarda el anillo de la abuela en una caja de galletas, no sea que lo pierda cuando se le caiga la falange y se nos termine el mundo.
Algunos hombres se han quedado en casa mirando al cielo mientras las mujeres preparan algo caliente, sancocho o un caldo de papas. Madre, además de llorar, está preocupada porque ahora tendrá que cocinar todo lo del congelador antes de que se ponga malo. Lo peor, dice el abuelo, es lo de Agaete. Esta vez a Dios se le ha ido la mano con la tormenta y hasta ha perdido el juicio, el juicio y la puntita del Dedo. Nayra casi se cae de espaldas cuando han dado la noticia. Se ha sentado en el suelo con las piernas cruzadas y lo siguiente ha sido buscar en los cajones las fotos de la excursión a Guayedra. Por aquel entonces ya nos acostábamos y compartíamos gastos en el piso de Santelmo. La excursión fue idea de Chano, el compañero de piso de Nayra, más tarde se apuntó toda la pandilla. Hacíamos asaderos y saludábamos al pasaje cuando se aproximaba a la costa (más bien acariciaba) el ferry que volvía de Tenerife cada noche, luego cantábamos a Serrat y amanecíamos hambrientos de vida. Algunas veces doblábamos la cala para asomarnos a ver el Dedo y nos quedábamos sobrecogidos en silencio. El Dedo siempre apuntaba en la misma dirección que nuestros sueños. Nayra dice que nuestra pequeña viene de una noche en Guayedra, por eso ahora me mira y se le escapa una lágrima , en sus manos una decena de fotos del dedo, Chano haciendo el tonto y la pandilla posando para un mañana mejor.
La niña mira la tele, hoy se puede quedar un poco más porque mañana no irá a la escuela. Aparecen las primeras imágenes del dedo mutilado. El abuelo no deja de mirarse el final de las manos, como quien espera que algo importante suceda, está convencido de que mañana despertará sin el meñique o sin el anular y guarda el anillo de la abuela en una caja de galletas, no sea que lo pierda cuando se le caiga la falange y se nos termine el mundo.
3 desvaríos:
Es cierto, Dios se pilló su propio dedo y se le fue la mano. Es una pena, por lo poco que sé, en la isla están conmocionados y es todo un acontecimiento.
Qué relato más bonito.
A mí se me acaba el mundo todos los días desde que acabo de salir de una relación, sé que no tiene nada que ver, pero me gusta la idea de ir desprendiéndome de los dedos de las manos, hasta que no pueda agarrarme a nada más. A nada
Y ya no queden piezas que poner...terrible situación, excelente post. Besos
Publicar un comentario