Mentiría si dijera que todo esto que está terminando (no sé que prefiero, si un gerundio o un participio) fue malo, que el año se llevó tantas cosas que nada quedó, o lo mismo mentiría si dijera que no te quiero o que dejaré de hacerlo alguna vez, si pensara que nada fue enteramente cierto o enteramente nuestro. Mentiría. Lo reconozco, mentiría si fuera necesario una y otra vez, con tal de no olvidar que lo que tuvimos lo tocábamos con la punta de los dedos conforme íbamos abriendo habitaciones secretas de ciudades que nunca antes habíamos pisado y luego apartábamos las telarañas y los miedos. Mentiría si dijera también que volverás. Eso no ocurrirá, pero todo lo demás es tan hermoso o tan verdad en mis costillas que te cambio tus doblones de oro por mis medios dólares de plata y aún así lo dejaría todo tal y como fue.
Y sabes, sé que lo sabes, que mentiría si dijera que no duele, incluso -lo reconozco- empezaría a faltar a la verdad si no te dijera que ahora duele pero un poquito menos, que duele cada vez menos. Y yo le digo así adiós con la manita al dolor, con un pañuelo violeta de seda que me encontré en un maletín de un mago portugués en Los Alpes. Y no preguntes, pero sé que era portugués y tenía una amante que cantaba fados entre bambalinas, y claro, el cuentito es mío y hago con mis magos lo que quiero. Así que digo adiós -sigo diciendo adiós- con la manita al dolor, viéndolo alejarse contigo y tú subida en una luna lunera, más redonda y blanca que una verdad, dejando una estela con regusto a pomelo y a tu olor de pelo, a tus cosas buenas y a tu mundo entero. Mentiría, y esto es también otra certeza, si dijera que no quiero que te vaya bueno.
Y sabes, sé que lo sabes, que mentiría si dijera que no duele, incluso -lo reconozco- empezaría a faltar a la verdad si no te dijera que ahora duele pero un poquito menos, que duele cada vez menos. Y yo le digo así adiós con la manita al dolor, con un pañuelo violeta de seda que me encontré en un maletín de un mago portugués en Los Alpes. Y no preguntes, pero sé que era portugués y tenía una amante que cantaba fados entre bambalinas, y claro, el cuentito es mío y hago con mis magos lo que quiero. Así que digo adiós -sigo diciendo adiós- con la manita al dolor, viéndolo alejarse contigo y tú subida en una luna lunera, más redonda y blanca que una verdad, dejando una estela con regusto a pomelo y a tu olor de pelo, a tus cosas buenas y a tu mundo entero. Mentiría, y esto es también otra certeza, si dijera que no quiero que te vaya bueno.
3 desvaríos:
y yo mentiría si dijera que no me gusta nada de nada lo que escribes.
!feliz año nuevo y no dejes de sorprendernos!
besos desde el sur
Sigue diciendole adios con la manita, pero sin prestarle mucha atencion, asi es probable que en cualquier momento te des cuenta de que has dejado de decir adios porque ya no duele...
Un abrazo
Hay despedidas que, paradójicamente, se producen a tiempo... Son las únicas que no hipotecan la sonrisa cuando se mira hacia atrás...
Un Feliz Año y un beso... para empezar.
Publicar un comentario