Sara te vuelve la cara. Siempre lo hace. Recuerdo perfectamente la última noche, en un pequeño restaurante no muy lejos del Teatro Principal: todas las cabezas se volvían como gárgolas al acecho para mirar las piernas infinitas de tu acompañante -menuda hembra- , teníamos que andar de puntillas para estar a su altura, pero a ella no le importaba, al fin y al cabo estaba allí por ti, por nosotros y aunque parecía una Atenea recién salida de la cabeza de Zeus, no dejaba de resultar familiar y cercana, como una prima segunda a la que observas apetecible y con la que tienes algún affair de verano.
Todos menos Sara, que siempre anda volviéndote la cara, o cruzándose de acera o leyéndote a escondidas desde su mesita de despacho universitario. Sabes que ella en realidad miraba y que se cruzaron por un instante las líneas de visión y de tiempo, luego giró su rostro de facciones suaves, pudiste apreciar la mueca, el disimulo, el gesto contraído. Podías haber pasado perfectamente por su lado sin decir nada, pero le rozaste el hombro y saludaste casi en un susurro. –No te había visto- dijo, -la miraba a ella, creí reconocer a alguien conocido-, después continuó como si nada, Sara distante, Sara sorprendida, Sara que no olvida y se revuelve por dentro, como una adolescente frágil que no entiende de dónde viene el dolor. Sara mujer y Sara madre, Sara esposa. Todas las Saras en una y todas volviendo la cara. Todas negándote, negándonos a los dos, pero sobre todo a ti que soy yo.
Todos menos Sara, que siempre anda volviéndote la cara, o cruzándose de acera o leyéndote a escondidas desde su mesita de despacho universitario. Sabes que ella en realidad miraba y que se cruzaron por un instante las líneas de visión y de tiempo, luego giró su rostro de facciones suaves, pudiste apreciar la mueca, el disimulo, el gesto contraído. Podías haber pasado perfectamente por su lado sin decir nada, pero le rozaste el hombro y saludaste casi en un susurro. –No te había visto- dijo, -la miraba a ella, creí reconocer a alguien conocido-, después continuó como si nada, Sara distante, Sara sorprendida, Sara que no olvida y se revuelve por dentro, como una adolescente frágil que no entiende de dónde viene el dolor. Sara mujer y Sara madre, Sara esposa. Todas las Saras en una y todas volviendo la cara. Todas negándote, negándonos a los dos, pero sobre todo a ti que soy yo.
7 desvaríos:
Vaya, yo también me llamo Sara, pero no me creo que exista alguien que te vuelva la cara, no puede ser, no lo creo así.
Besines
lo corroboro, no puede ser...
Piensa que a lo mejor, si te vuelve la cara es que no merece la pena rozarla el hombro, a lo mejor opina que su vida no gana nada teniendote como amigo, o a lo mejor es que solo quiere olvidar...
Tal vez Sara este simplemente mirando hacia otro lado.
Una Sara, todas las Saras.
Saludos Parchesianos.
en esos casos...., yo saludo siempre..., yo existo aunque tu no me quieras ver y te lo digo..., así los dos sabemos que existimos
Lindo como siempre. Besos.
Se extrañan tus escritos nuevos. Mucho.
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