jueves, 30 de diciembre de 2004
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Tentaciones El País
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lunes, 27 de diciembre de 2004
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sábado, 25 de diciembre de 2004
...El ilusionista no podía levitar. A pesar de que seguía alimentando la vaga esperanza de volver a elevarse unos centímetros del suelo, intentó extender los brazos en el aire y las manos bien abiertas. Nada nuevo ocurrió...”
El ilusionista que no podía levitar buscó todas las maneras de seguir levantándose del suelo y no dejó de intentarlo. Nunca.
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miércoles, 22 de diciembre de 2004
La mansión es grande, ocupa una cuadra y la mayor parte pertenece al jardín interior, donde tantas horas pasé sola o en compañía de Diego y su vasto círculo de amistades: alumnos, políticos, artistas, familiares o simples vecinos. Es un universo delicado, repleto, doliente y gozoso a la vez. En poco tiempo, mi actividad como profesora se vio interrumpida por problemas de salud. Confinada a guardar cama, recuerdo la habitación decorada con exvotos, juguetes de feria, abrecartas, figuritas de yeso, de alambre, de cartón, de azúcar, de papel de China, cartoncitos recortados, petates , huaraches, flores de cera, tocados, piñatas y máscaras; fotografías de seres queridos , armarios y repisas . A veces , me veo en el comedor presidiendo la mesa, vestida con galas para la ocasión, en reuniones de ambiente selecto. Flores, frutas y loza de barro adornan el resto de la estancia.
Me marchaba cuando descubría los engaños. Perdonaba a Diego y volvíamos a las casas rosa y azul. En aquellos años, yo también fui infiel y tuve por testigos silenciosos los espejos, el avioncito, las ventanas, los alcatraces, los colores y los muebles. Todos ellos ahora intactos; como los cuadros. Las puertas del inmenso estudio invitan a adentrarse y descubrir en un pequeño cuarto un bastón y un sombrero; subir las escaleras, entrar a la azotea, pasar el puente y cruzar ese otro universo: la casa azul y los pisos que ahora vuelven a ser amarillo congo.
En el estudio de pintura queda la silla de ruedas vacía frente a un caballete donde reposa inconcluso un retrato, el mío. Cuando se entra en la cocina, por las altas paredes, pegadas en filigrana, cadenas de diminutos pucheros van dibujando dos palomas de la paz con nuestros nombres entrelazados. Aunque caótica, siempre fui sumamente ordenada, llegando a convertirme poco a poco en una suerte de ordenador personal. Las vitrinas acristaladas del estudio dan prueba del cariño y fervor con el que archivaba cartas, facturas, recortes de prensa y cada recuerdo personal. Asimismo, libros de filosofía, poesía, arte y política, tanto en francés, español como inglés, se apilan en las estanterías junto a gruesos volúmenes de medicina, disciplina por la que Diego siempre se sintió atraído. Para contrarrestar la abundancia de objetos de todo tipo que conformaron mi mundo, nada mejor que respirar el aroma templado del patio interior, que es también un jardín tropical cuajado de flores y árboles con una fuente que arrulla. Un reino de sol, incluso a la sombra. Una siesta estival para días de alcatraces y tequila o de fiestas grandes con marcado sabor intelectual . Días de lágrimas, angustia y dolor.
Se dice que es una bendición nacer y morir en la misma casa. Yo tuve esa suerte, pues he nacido y he muerto mirando su jardín. El mismo jardín con un salto de agua, la pirámide escalonada y el cuartito independiente donde guardar la podadora.
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lunes, 20 de diciembre de 2004
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domingo, 19 de diciembre de 2004
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sábado, 18 de diciembre de 2004
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jueves, 16 de diciembre de 2004
Va quedando menos tiempo, menos tardes para ver cómo te tomas la sopa y explicarte que no encuentro aún a la chica adecuada, para que vuelvas a decir que seguro que está cerca y yo no me doy cuenta. Y entonces bromeo y te digo una barbaridad que tú sigues con la cara desencajada por una mueca que termina en risa. Risa de la que va quedando menos. Todo es menos desde que sabemos que tienes prisa en partir.
Todo eso es lo que pienso mientras te miro, no puedes saberlo porque ya me encargo de que no me lo notes en la cara. Te saco la lengua y te despeino, te digo que pronto en casa volveremos a dejarte el pelo como a ti te gusta . Es posible que tú también nos engañes a tu modo, que te hagas la olvidadiza y que nos digas para consolarnos que te vas a quedar, pero yo creo que no, que no quieres quedarte porque ya lo has dado todo. Lo que siempre hiciste mejor, darte entera. Mientras tanto cuéntame otra vez esa historia, las de mi guardería y la de cómo te enamoraste del único hombre que amaste en tu vida, la de las veces que fuiste cocinera o enfermera, las aventuras de la guerra o lo malo que era mi padre a los quince. Yo no pienso dejarte, no podría, así que si me lo permites, esta noche volveré a tocar a la puerta de la 127 y te saludaré con mi mejor sonrisa, te besaré la frente y te diré que te quiero. Mil veces te quiero. Mil vidas te quiero.
Va quedando menos, hoy nos lo dijeron y se quedaron tan anchos. Están acostumbrados a las despedidas lentas y a las mismas caras de hermetismo de siempre. No entienden que cuando te vayas , mi parte de niño que iba a la guardería se quedará esperando en el patio a que me vengas a recoger y que , aún sabiendo que va quedando menos, te seguiré aguardando un poquito cada día.
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miércoles, 15 de diciembre de 2004
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lunes, 13 de diciembre de 2004
La luz verde se hace blanca cuando Pilar sonríe. Cada vez sonríe menos, así que los momentos de luz son los menos. Las personas tienen la particularidad de encoger cuando están hospitalizadas, como si les quitaran el arrojo en el momento en el que entran por la puerta junto con las pertenencias y los anillos. Encogen de tamaño y de presencia. Les encoge la cara y el alma. Como a Pilar, que no parece Pilar porque no la recuerdo tan chiquita ni tan desfigurada, “Oigan , esta señora no es mi abuela”, pero si te fijas bien , si aprendes a mirarla, ves que sigue siendo la mujer más guapa del mundo y la reconoces. Siempre he dicho que Pilar es todo ternura, me cuesta contemplarla apagada sin sus enormes gafas de persona humilde y buena. Va empezando a tener el aspecto de alguien que está más en otro lado que aquí con nosotros, de alguien que ha emprendido ya el viaje y que va teniendo prisa por llegar. Al fin y al cabo, rendirse y dejarse querer requiere cierta humildad.
Así que me vuelvo más egoísta que nunca y hago mil fotografías mentales de su carita de tortuga arrugada, de sabiduría infinita y de bondad. La bondad que te da el paso de una vida entregada a amar incondicionalmente. Sus manos guardan la forma crispada de siempre, pero están encogidas, como agarrándose a una idea; la de marcharse con el abuelo. En realidad me gusta imaginarlos de nuevo juntos, como cuando ella le llamaba abuelo (nunca por su nombre) y él la llamaba chata . Chatica. Me gusta imaginarlos discutir con paciencia y aceptación mutua, conociéndose de nuevo por primera vez y dándose por entero el uno al otro. Echo de menos al yayo, los paseos por el parque recogiendo piñones caídos del cielo, su manera de andar las calles con su porte de galancito fino y delgado, sus lágrimas de impotencia cuando éramos traviesos en casa y su orgullo infinito cuando gané mi primer torneo de ajedrez. El mismo orgullo que sentí cuando supe que lo primero que hizo al salir del coma (que decían irreversible) fue preguntar por mí. La vida te muestra cierto tipo de milagros protagonizados por héroes verdaderos que no se pueden olvidar.
Por eso me quedo al lado de Pilar, besándole la frente mientras duerme y susurrándole un “te quiero mucho” al oído -no me oye- , así que guardo las sonrisas para cuando abra los ojos y me diga con un hilo de voz que ella también me quiere y apenas se le entienda porque le salen las palabras gastadas y rotsa. Le acaricio el pelo, nuestra manera particular de tener algo que es sólo nuestro. Se enfada a su manera. Le pongo el pelo de punta y protesta. “Abuela, pareces una bruja con esos pelos y los tres dientes que te quedan”. Abre los ojos buscando con la mirada y sonríe. Otra vez la luz que alumbra en ella a la hermosa mujer que cantaba en el patio mientras resucitaba flores y mañanas de posguerra. Es hermosa. Hermosa y noble. “Cuánto mal doy, hijo mío”. Sonrío y le susurro al oido que se quede un poquito más. Todavía es pronto.
Los pasillos se vacían de bullicio en el cambio de turno y los coches vuelven a la ciudad llenos de personas cansadas de ver a los suyos sufrir. No tengo prisa. Quiero llenar mis días de ella, de su hilillo de voz, de sus manos garfio y su carita de tortuga sabia, de todas las veces que decida sonreír y guiñarnos el ojo con gesto travieso. De su brillo y sus broncas cariñosas. Darle toda la risa que me quepa dentro para cuando deje de estar encogida entre las sábanas y se levante por su propio pie, el día en que el abuelo venga a buscarla y desaparezcan a la vuelta del pasillo, saludando con las manos y despidiéndose de todo el personal de planta mientras los ocupantes y las hormigas blancas rompen en un aplauso infinito y feliz.
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domingo, 12 de diciembre de 2004
(Patricia E. Erlés)
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sábado, 11 de diciembre de 2004
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viernes, 10 de diciembre de 2004
Su lugar mejor.
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jueves, 9 de diciembre de 2004
Mis fantasmas asustados ya no resultan tan blancos ni ondulantes. Desafinan o se quedan afónicos con cada lamento y aparecen impuntuales pasada la media noche. A ratos se mueren del susto cuando alguien los fotografía con flash. Ya no arañan las puertas porque se han comido las uñas y ocupan sillas vacías sin que nadie les haga caso. Unos cuantos se metieron sin querer en el congelador y se han convertido en cubitos de hielo. El resto se escondió en la cesta de la ropa y han ido a parar a la lavadora para acabar en el tendedor, junto a la ropa interior de la abuela.
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miércoles, 8 de diciembre de 2004
Como últimamente ocurría que lloraba por todo, sólo le faltó que ella le pidiera que leyera un cuento en voz alta. Uno de Silvina al azar. Ojeó las páginas de color vainilla (acaso también era capaz de captar su aroma) , buscó entre los cuentos de funambulistas y cajas de bombones, los de fotografías y vestidos asesinos. Los de celos y dementes. Reparó en el título y empezó a leer. “Amé dieciocho veces pero recuerdo sólo tres”. Antes de concluir la primera página tuvo que buscar asiento, quizás porque recordaba las veces que amó y le daba vértigo mirar atrás en el tiempo desde semejante altura. Recién comenzada la segunda, tuvo que respirar fuerte y hondo, como queriendo llenarse del aire que notaba a faltar. Cuando la libélula preguntó qué ocurría se le quebró la voz. Silencio. El silencio que tiene un alma cuando cruje. No pudo terminar el cuento, porque cuando imaginó al enano horrible que canturreaba “Te quiero te quiero te quiero” le pareció cómico en primera instancia y tierno después. Se ahogó en sus palabras y tuvo que detenerse en todas ellas. Como últimamente ocurría que lloraba por todo, lloró de risa y de pena pero no necesariamente en ese orden.
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martes, 7 de diciembre de 2004
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domingo, 5 de diciembre de 2004
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sábado, 4 de diciembre de 2004
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viernes, 3 de diciembre de 2004
Antes de aplastarte contra el suelo , una alfombra extendida como sin querer te empuja de nuevo hacia arriba a modo de tobogán al revés. No pienses nada. Escucha, ahora que estás a punto de abrir los ojos déjame contarte mi último cuento. La última vez que he temblado. Mis insomnios. No es mi voz, es el sueño de mi voz. Ya va siendo hora de remontar el vuelo, de alejarnos de la cocina y los gritos, de que me des la mano y sonrías. Miras de nuevo, ahora ya soy quien crees conocer y te susurro mis miedos. Preguntas qué hora es y te digo que no importa, porque en un rato quedarás dormida y aparecerás en un sueño nuevo. Ronroneas que me quieres y comienzas a bailar mirando a la pared que ya no es tal, ahora es un campo de girasoles dibujado sobre un mapa en blanco en el que pintas todo lo que esperas encontrar.
De un carromato de circo aparece un niño ilusionista que te concede un deseo. Viajas a mil lugares con sólo cerrar los ojos, con abrazar fuerte la almohada. Hay una fiesta en tu honor y sigues bailando alrededor de un árbol viejo y noble, los más ancianos del lugar aplauden tu risa y las niñas te arreglan el cabello. Miras cómo baja el río y suena el agua que corre. No es el sonido del agua, es el sueño del sonido del agua. Te ves parada en la cocina y miras alrededor. El agua sale indecisa del grifo y terminas de aclarar la taza. Estoy en la galería recogiendo tu ropa interior, también puedo abrazarte a la vez, agazapado a tu espalda, tapándote los ojos con mis manos. Cu-cú soy yo. Ahora que estás a punto de abrir los ojos, bailemos un tango.
..está amaneciendo...
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jueves, 2 de diciembre de 2004
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miércoles, 1 de diciembre de 2004
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lunes, 29 de noviembre de 2004
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viernes, 26 de noviembre de 2004
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jueves, 25 de noviembre de 2004
Tú no lo sabes, pero decidí amarte sólo a ti, siempre que me lo permitieras, sin calcular los daños colaterales o el número de víctimas. Y así fue que no quise que nadie entrara, porque mis puertas, mis candados, mis islas y mis desvelos cerraron filas en torno a tu diminuta ropa interior, tus brazos y tus manos de acariciar.
Tú no lo sabes, pero levanté un monopolio de sueños y días de no querer salir de nuestras cuatro paredes. De querer crecer a tu lado, de ver cómo mis pantalones descansaban en el borde de tu cama, y de alimentar la esperanza de levantar un amor infinito. Tú no lo sabes, pero no pude dejar de amarte, aunque pensaras que perdimos los mapas. Porque no hay manera espacios ni escenarios en los que no me sienta perdido sin tu estela de abrazos.
Tú no lo sabes pero decidí amarte. A pesar nuestro.
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domingo, 21 de noviembre de 2004
Por eso le paso la mano por el hombro que pide permiso para aterrizar sobre su chaqueta de lana , a ver si así puedo alimentar un poco más la poca lumbre que le queda. Y a veces ocurre que protesta una conversación que escucha a destiempo y entonces le cambia la cara, y a mí se me enciende algo por dentro. Otras (las menos) hace como que no escucha, a lo mejor porque no quiere oír lo que tiene que oír, entonces, también le cambia la cara que se le pone de enfadada con la vida, pero es sólo un segundo porque levanta la vista, y me pregunta por mis viajes, mis amores y el trabajo. Y le contesto -como siempre- lo mismo, que quién me va a querer abuela, y ella , hoy por primera vez ya no ha sonreído ni me ha dicho lo de siempre, lo que tanto me gusta escuchar de su voz, de esa voz de la que ahora sólo quedan unos hilillos de ternura consumida.
Y me vuelvo con la promesa de ir a verla antes de mi viaje a Holanda, para poder tocarle el pelo e intentar atisbar en su mirada, un poquito de la lumbre que se le escapa y se le apaga , de la que ya sólo van quedando rescoldos.
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viernes, 19 de noviembre de 2004
Antes de que pudiera convencerme de que los que estaban antes eran mejores que los que están ahora ya estábamos cruzando el vestíbulo y rellenando un formulario para poder donar. El taxista y yo, los dos en el mismo pack , con los antebrazos dispuestos a todo y el comienzo de una bonita amistad. Tanta concordia se respiraba , que la ciudad entera acudió en grupos que se contaban por cientos a donar su sangre. Los que iban en taxi se presentaban con sus respectivos taxistas , los enamorados con sus amadas y los estudiantes con sus tutores. Un equipo de fútbol al completo apareció con su eterno rival, los grupos de música cancelaron las ruedas de prensa para acudir con sus fans, y un circo que presentaba su espectáculo en las afueras, desfiló por los pasillos del hospital con toda su trouppe al completo, orquesta y trapecistas incluidos. Un inspector de hacienda llevó a todos sus contribuyentes prometiendo hacer la vista gorda en la siguiente declaración y algunos adolescentes que habían tenido su primera cita a ciegas por Internet se dieron de alta en el banco de sangre con un ánimo fuera de lo común. Tripulaciones enteras de aviones y barcos, azafatas y marinos mercantes, artistas y políticos, hasta niños que sin poder entregar una sola gotita , llevaban caramelos para todos los que sí podían hacerlo. Así pasó que fue llegando gente de todos los confines de la ciudad (gente de lo más dispar) con el único propósito de dar un poquito de su sangre y sentirse algo más unidos a los demás.
Por supuesto, encabezábamos la comitiva, los demás se agolpaban en círculos concéntricos para poder acercarse a los pioneros de la iniciativa y enseguida se supo (de lo cual siempre nos habíamos sentido orgullosos) que algunos éramos donantes universales, lo que nos convertía sin duda alguna en unos privilegiados. Entre piruetas de unos y piruletas de otros, se rellenaron miles de formularios y el entusiasmo crecía junto con la idea de estar haciendo algo importante. Nunca antes se vio nada así y los lugareños no recordaban algo parecido en los últimos cien años. Total que descubrí que hay palabras realmente simpáticas disfrazadas de lo que no son, representando el papel de perfectas e inocuas compañeras de fatigas, palabras como triglicéridos, que son como los Fraguel pero en tu sangre, y que suenan divertidas pero que te hacen sospechoso de no poder donar si estás bajo tratamiento. Mis triglicéridos entusiasmados se han levantado en armas y mi formulario ha sido arrojado al montón de los no-aptos. Durante seis meses.
Menos mal que siguió llegando gente de todos los lugares con los antebrazos encogidos por las ganas y el alma un poquito más encendida. Hileras humanas de amor y ganas de darse, aunque sólo fuera un momento, una medio verdad, un deseo. Un sueño.
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martes, 16 de noviembre de 2004
Ese es el motivo por el que eliges quedarte con la última imagen, la de las bromas y los disparates, la de peleas fingidas a modo de comedia de situación. Esa es la imagen que nos hemos querido quedar todos. Y es que las piezas del puzzle de cada uno también son así. A veces toca. Y entonces no hay cuento que valga ni historias urbanas graciosas. La de hoy, también es una historia urbana pero jodida. Además de esta, vienen otras despedidas, otra vez cerrar círculos, acostumbrarse a las ausencias (¿ se puede acostumbrar uno a ciertas pérdidas ?) y enfrentarse a los duelos como mejor podamos manejarlos. Por eso , cada vez me resulta más difícil asumir que nos compliquemos tanto la vida y se la compliquemos a los demás, sin pararnos a pensar en lo frágil que resulta ser todo. Tenemos una vida de plastilina.
Me mata ver así a mi padre y me mata la idea de que no encontremos la forma de decírselo a la mujer más guapa del mundo. ¿ Cómo se le dice a alguien que se le ha muerto un hijo?. Hay cosas por las que nadie debería tener que pasar jamás. Me jode ver cómo se consume en vida tanta ternura. Disculpen el ejercicio lastimero de hoy, pero es mi manera de gritar que no me acostumbro a decir adiós. Ni de un tipo ni de otro.
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lunes, 15 de noviembre de 2004
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domingo, 14 de noviembre de 2004
A Icaro le duele el alma de no entender cómo empezaron a perder altura sin poder remontar el vuelo . Mantiene el tipo, las alas extendidas y la mirada quebrada. También la firme decisión de no volver atrás. De no mirar atrás. Le quedó el tiempo justo para trazar la línea que ella cruzó. Tiempo de esperar otros vientos que se lleven los mensajes que vomitó aquella mañana el teléfono móvil. Huracanes que arrasen con todo el dolor. Por eso desde las alturas , cuando vuela proyecta la mirada en los edificios altos de la ciudad, avista su bloque y la casa, las calles y los coches , piensa en la mujer que ya no conoce y en las manos de alguien que no es él. Las ciudades están llenas de cuerpos extraños y de traiciones imposibles que ahora quedan lejos mientras son sobrevolados sin saberlo. “¿No tienes nada que contarme?” Nunca antes le dolió tanto hacer una pregunta, nunca tanto una respuesta. Dibujó otra línea un poco más allá que fue atravesada sin armisticio alguno y el ronroneo de la avioneta le devolvió al inicio de la maniobra de aterrizaje.
Para qué aterrizar, si no le gustaba la idea de tomar tierra. Barajó la posibilidad de estrellarse contra todas las habitaciones sórdidas de hotel llenas de amantes furtivos, contra la humanidad entera, la vida y sus bofetadas. Aplastar los recuerdos de los últimos quince años y arrojarlos en el contenedor más cercano. Discutimos las opciones menos malas delante de unas Coronitas y proyectamos un mañana mejor. Y yo me quedo pensando ,mirándole bien a la cara, deseándole ese mañana mejor y que todos los vientos que vengan soplen a su favor. Porque le tiembla la voz cuando me dice que no termina de imaginarse la vida sin ella pero que tendrá que hacerlo porque sabe que merece pilotar una vida llena de vuelos perfectos y de acrobacias hermosas, porque la humanidad se le sale por la boca al hablar.
Y sobre todo, porque Icaro es así aunque ese nunca fuera su verdadero nombre.
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sábado, 13 de noviembre de 2004
2.-Deseche cualquier posibilidad de cambiar o mejorar. Que lo haga otro.
3.-Culpe siempre a los demás, a los factores externos y si se siente especialmente inspirado, a todo tipo de experiencias pasadas o complejos no-resueltos.
4.-Actúe con prepotencia y falsa seguridad, pero sin dejar de aparentar cercanía.
5.-Quéjese. Casi siempre funciona y resulta altamente contagioso.
6.-Mantenga relaciones superficiales y poco comprometidas. Nunca perderá nada.
7.-Emparéjese con alguien más atractivo que usted (y a poder ser del sexo contrario) pero menos inteligente. Considerando que usted piensa que es muy inteligente, tenga cuidado de no dar con una persona que realmente lo sea.
8.-Planifique objetivos imposibles de alcanzar y encuentre la manera de postergarlos.
9.-Eche a perder alguna relación importante en su vida y siga culpando al otro. Sea rencoroso: es más divertido.
10.-Lea todo tipo de decálogos que le ayuden a superar su imbecilidad extrema y tómelos como dogma de fe.
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viernes, 12 de noviembre de 2004
Rizzuto solía presentarse en teatros humildes y en festivales de barrio, de donde casi siempre lo echaban a patadas. La verdad es que el hombre creía en la magia, en la verdadera magia. Y en cada actuación, en cada golpe de su varita azul estaba la fervorosa esperanza de un milagro. Él no se contentaba con las técnicas del engaño. Quería que su paloma apareciera redondamente. Durante largo tiempo lo acompañaron la desilusión y los silbidos. Otro cualquiera hubiera abandonado la lucha. Pero Rizzuto confiaba.
Una noche se presentó en el club Fénix. Otros magos lo habían precedido. Cuando le llegó el turno, dio su clásico golpe con la varita azul. Y desde el fondo de la galera salió una paloma, una paloma blanca que voló hacia una ventana y se perdió en la noche. Apenas si lo aplaudieron. Las muchedumbres prefieren un arte hecho de trampas aparatosas a los milagros puros. Rizzuto no volvió a los escenarios.
Tal vez siga haciendo aparecer palomas en forma particular.
(Alejandro Dolina)
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jueves, 11 de noviembre de 2004
Los gatos deciden no participar en la contienda a pesar de la formidable simpatía que sienten por Melisa, pero acaban de tomar leche y no se sienten con ánimo. Ni siquiera un poco. Luna ronronea (honorable) sobre el Maria Moliner, como si estuviera disfrutando del proceso de adquisición de profundos conocimientos. Una hormiga despistada se columpia de un extremo de la página en la que ha quedado abierto y poco después será ajusticiada por un tribunal nada amistoso. La falta de disciplina se castiga entre las rojas con la muerte a manos de las suyas, y en las negras a manos de las otras. Suele ser más humillante lo segundo que lo primero, aunque todo depende del lado en el que estés.
En las noticias , el hombre de rostro inalterable comenta algo acerca de los movimientos migratorios y descubro que me resulta imposible acceder al mando a distancia, posiblemente porque mis dedos están perdiendo sensibilidad. Uno tiene la capacidad de discernir entre somnolencia y letargo la mayoría de las veces, sin embargo , aunque me resulta incómodo reconocer abiertamente mi falta de destreza para percibir alteración alguna en mis apreciaciones particulares , creo que estoy más cerca de sentirme mareado que desfallecido.
Quien piense que no puede ser devorado por un centenar de hormigas bien organizadas posiblemente peca de ignorante o de simple. En contra de lo que pueda parecer , la piel humana no representa barrera alguna para casi ningún elemento agresor, así que mis tobillos descansan flácidos y morados sobre el brazo del sillón , también mis muñecas y mis brazos. Me resulta complicado y doloroso ladear la cabeza para adivinar dónde anda Melisa, así que la intuyo, la intuyo curiosa y excitada. Me reconforta saber que no parece asustada y que se mantendrá firme en la contienda , aunque me preocupa su ingenuidad. Es curioso cómo la ausencia de miedos nos hace ser más temerarios arriesgando lo que no imaginamos, lo que en situaciones normales guardaríamos de todas las quemas.
El tercer destacamento , no menos importante y del que todavía no había hecho mención alguna, es el responsable de mis heridas. Ahora se dirige por el pasillo hasta el dormitorio principal, pero creo que eso es sólo una estrategia que oculta las verdaderas intenciones (mucho más enrevesadas y perjudiciales) . Se deslizarán bajo la puerta principal y en menos de siete minutos andarán subiendo por la pata de la cama de mi vecina que estará haciendo el amor probablemente con un tipo que conoció la pasada noche y con el que no tiene nada en común (ni podría tenerlo) pero con el que no se siente especialmente incómoda. No volverán a verse porque las hormigas así lo han decidido. Mientras tanto, Melisa acaba de aplastar un grupo de unas cincuenta y Luna, que finalmente decide colaborar en el ensañamiento mastica a otras tantas. Luego un poco de leche tibia y de vuelta al María Moliner. Las dos hileras ya no son tal y se ramifican en desbandada hacia la terraza quizás porque no esperaban encontrar semejante resistencia.
La escena no es menos grotesca por el hecho de saber que estoy a mitad de un sueño profundo y que nada de esto ocurre en verdad, pero podría serlo y eso es lo que más me inquieta. Despertaré y no quedarán hormigas ocultas entre las baldosas, ni siquiera Melisa reposará en mi regazo (Melisa es un personaje simpático pero imaginario al que me gusta recurrir cuando los duendes no están de mi lado). La vecina tampoco hará el amor y el tercer destacamento puede que ande bien lejos de las patas de mi cama o de la tuya, quizás lo único real sea el hombre inexpresivo de las noticias hablando de movimientos migratorios y mi incapacidad para alcanzar el mando a distancia porque mis dedos están perdiendo sensibilidad. Lo demás son estados más o menos perezosos y algo de imaginación desbordada. Creo que se llama sopor.
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miércoles, 10 de noviembre de 2004
Solamente nos hace falta un suelo nuevo y recuperar la maravillosa costumbre de levantarlo con nuestras propias manos. Queremos que en Diciembre esté todo listo para volver a juntarnos y decidir lo que queremos soñar para el futuro. Aunque no hablemos de grabaciones ambiciosas y de conciertos en salas de la ciudad, aunque simplemente hablemos de tocar una canción que nos gusta o que estamos componiendo. Sólo por tocar, sólo por brillar. Sólo por todos los niños que fuimos y aún viven en nosotros, con o sin palos de escoba. Sólo porque vuelvas a pisar el viejo local, aquel donde nos abrazamos.
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lunes, 8 de noviembre de 2004
Cuando me dijeron que era rebelde quise conocerla mejor. Más tarde descubriría que realmente es un animal indómito pero noble. Por eso mi amistad con Zaire va más allá de las tardes compartidas, de darnos cuerda mutuamente o de intentar adivinar quién lleva las riendas de quién. A ratos, creo que ella se da cuenta de lo que pienso, de que intuye todos mis desalientos y se apiada de mí , por eso echa a trotar río abajo, queriéndome tirar de su grupa para ver si del golpe espabilo y entonces me decido a tomar las riendas de verdad, sin miedos ni miramientos. Mientras tanto he decidido disimular y hacer como que no me incumbe, aunque temo que ella está adoptando la misma postura. Por eso cuando cepillo sus crines , jugamos a encontrarnos la mirada y a interrogarnos en silencio, me vuelve a tomar el pulso y si ese día amanece con ánimo suficiente , será la compañera ideal a quien contarle mis confidencias . Por eso tengo la certeza de que Zaire no quería tirarme cuando se desbocó, la profesora me dijo que se había asustado y ya está.
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domingo, 7 de noviembre de 2004
-Treinta y dos.
-No. Disculpe, he dicho treinta y tres. Es lo habitual en éstos casos.
-Treinta y dos.
- Si, ya veo, pero resulta que no es lo mismo, a veces el orden de los factores es determinante y en este caso , nos vendría muy bien un poco de colaboración.
-Treinta y dos. Treinta y dos…treinta y dos. Caramba, cómo pasa el tiempo.
-Bien , eso es cierto, el tiempo pasa rápido, pero eso no debería ser obstáculo para que usted me diga un treinta y tres. Ya sabe, usted lo dice, yo le miro bien las entrañas y todos tan contentos.
-El tiempo pasa rápido y no es obstáculo. No, no lo es. Treinta y dos.
-¿Alguien puede explicarme qué es lo que está ocurriendo aquí?
-Lleva así todo el día. Hoy cumple 32 y no deja de repetirlo.
-Pues hombre, tampoco es para tanto. A ver, Mr. Puzzle, diga treinta y tres, es muy sencillo; TRE-IN-TA-Y-TRES.
-Cómo pasa el tiempo. ¿ Sabe qué le digo?. Que si acaso ya vuelvo el año que viene justo para estas fechas.
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viernes, 29 de octubre de 2004
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miércoles, 27 de octubre de 2004
Lo que tienen las ciudades desperezadas es que te contagian la flojera y las ganas de proyectarse en otros lugares, ganas de siestas de mantas y abrazos , de amantes a media tarde y de terremotos imposibles.
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domingo, 24 de octubre de 2004
Sólo nos está permitido soltar la paleta para ir en busca de un río y una cesta llena de piedras , podemos pintarlas de colores con las manos y bautizarlas con nombres de tormentas y desasosiegos, inmediatamente después las lanzaremos al río y nos olvidaremos de lo que nos impide conciliar el sueño. Volveremos a nuestra pequeña obra maestra con un aire renovado de artistas enloquecidos por la vida y acompañaremos los siguientes golpes de genio con una melodía que nos entusiasme y nos permita dibujar a ritmo de su cadencia. Con cada línea pensaremos en un lugar feliz conocido o por conocer, alargaremos el trazo tanto como nos permita el viaje virtual y cambiaremos de color y de textura empleando cualquier tipo de material y técnica. Todo vale menos el abandono.
Una vez concluída la primera versión de nuestro lienzo, no lo consideraremos definitivamente terminado. Lo situaremos en la estancia más iluminada y organizaremos una barbacoa para mostráserlo a conocidos y amigos. Tildaremos de necio a todo aquel que decida opinar gratuitamente acerca de la combinación de colores escogida y le proporcionaremos una buena ración de carne chamuscada que conviene tener siempre preparada para cierto tipo de personas. Excluiremos de próximas invitaciones a todos los aprendices de expertos de todo y una vez que la fiesta concluya abriremos una botella de vino y haremos el amor con la persona amada. Conviene embadurnar primero los cuerpos de pintura (o chocolate) y retozar sobre una sábana blanca y virgen hasta que amanezca.
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sábado, 23 de octubre de 2004
Entre gaiteros y hombres de chaqué , entre flashes y pamelas fuera de temporada, alguien reparó en el cuaderno de bitácora pequeño y elegante, en cómo acariciaba las hojas color vainilla y apuntaba las ideas que más le entusiasmaban ; y lanzó la crónica al mundo. Y claro, los príncipes también tienen (como todos los matrimonios modernos) momentos para ellos, para hablar de cómo les ha ido el día y qué les ha parecido el tinglado y la comida con los premiados. Pero en realidad lo que el príncipe quiere saber es lo que la princesa escribe en su Moleskine cada día, y que ella a veces sí -pero otras no- le lee en voz bajita al oído , y el príncipe la mira embobado porque le encanta su voz y su aplomo, y las ideas que tiene. "Tienes que escribir más, dejar salir todo eso tan bonito que tienes dentro". Pero el protocolo es el mayor enemigo de las princesas que tienen moleskines. Así que se quedan dormidos y abrazados , ella soñando con cuando era niña y anotaba los sueños en su diario , con su primera Moleskine y el primer cuento que mandó a un concurso con seudónimo, con su deseo infinito de ser reportera de la vida para recorrer el mundo con una maleta siempre dispuesta y un busca echando humo prendido de la hebilla de su cinturón de exploradora, y el príncipe que también sueña, con sus ganas locas de ser futbolista y piloto, y a veces se despierta y la mira preguntándose qué vio la princesa para fijarse en él, sobre todo, siendo que él no sabe escribir tan lindo como ella.
Y cuando la princesa no mira, el príncipe lee su Moleskine a escondidas y aún se enamora más de ella. Si cabe.
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viernes, 22 de octubre de 2004
Después de tres semanas juntos en un curso subvencionado, él se atrevió a intuirla. Quiso imaginarla frágil y larga como sus pasos, y aprendió a mirarla de reojo justo para que ella se diera cuenta y pensara (a pesar de que fingiría desviar su atención a otro lado) que él era algo torpe como espía. Le gustaba su pelo rojizo y sus piernas medio torcidas e infinitas, su rostro pálido -pleno de lunares- y ese aire misterioso de mujer inhabitable por nadie. Le averiguó un amor de hace mucho tiempo, de esos que lo intentan miles de veces, que van y vuelven porque no encuentran espacios mejores (o al menos no tan permisibles) y que duelen un rato y curan al siguiente. Amor de “mi mejor amigo” y de “nadie me conoce como él”.
Como nunca tuvo nada que perder, continuó observándola detrás de un periódico agujereado para la ocasión, haciéndose el encontradizo y reclamando su atención de maneras inverosímiles. Consiguió una especie de venia no-pactada y su dirección de correo electrónico. Le mandó mensajes y poemas, también una colección de indicios dirigidos a que ella pudiera hacer sus propios vaticinios. En menos de dos semanas fueron al teatro y jugaron a seducirse, primero vendría el lado intelectual en el que ambos se sentían cómodos y cercanos, luego vendrían las cervezas y los abrazos. “Estoy nerviosa, no me gusta lo que siento cuando me abrazas, porque luego te echo de menos”. Empezó a verla como una mujer bella y completa capaz de llenarle sus muchas inquietudes. Planearon lo que no se planea y durmieron juntos un día cualquiera entre semana.
Esa noche no hicieron el amor y él se limitó a recorrer la superficie lunar con toda suerte de arrumacos y caricias. Se sorprendieron por lo íntimo de sus encuentros y la extraña facilidad con la que todo ocurría. No pasaron de tres noches hasta que ella le pidió que estuviera dentro. Estuvo un buen rato y formaron una enredadera de piernas y brazos, se navegaron sin prisa. Conforme fueron descubriendo maneras de acariciarse, él reparó en sus estanterías llenas de libros y en el montón que se acumulaba en un par de cajas de cartón. Ella le mostró a Borges y a Cortázar y después se navegaron de nuevo. El aprendió a leerle con acento porteño los fragmentos que ella escogía y se dormían navegando a través de kilómetros de piernas y sueños. Ella le aseguró que él era el chico más dulce, que le encantaba oírle recitar cuentos. Y él la miró como mujer habitable por pocos mientras siguió acariciando la superficie lunar en la que aterrizaba cada tarde. Pintaron las paredes del salón y bebieron vino, compartieron canciones de Marisa Monte y siguieron con el juego de la seducción. Ella le prestó "El Aleph" y le regaló "Rayuela", se lo dedicó (“Azar, búsqueda, locura…) y él los dejó caer sobre el viejo mueble de su habitación. Siguieron navegando, bebiendo y escuchando cuentos en boca del otro.
Una tarde de otoño, su “mejor amigo que mejor le conoce” tuvo un accidente y reapareció en su vida como una pieza de rompecabezas cojo. Como no podía ser de otra forma, ella le cuidó y le visitó para darse cuenta de que su rompecabezas también estaba cojo y fíjate tú qué sería de mi vida si te hubiera pasado algo. Por eso, y porque casi seguro que Alicia ya lo sabía, nunca se despidió del chico que contaba cuentos con acento sureño y que le navegó más dulce que nadie, posiblemente lo olvidó, y su navegante también. Pasaron los veranos y alguien encontró Rayuela y fue que no pudo dejar de leer, y lo mismo con Borges, y Arreola, Monterroso, Quiroga y Gabo, de modo que pasaron más veranos, y más mujeres inhabitables (en realidad Alicia lo era), más lecturas disfrazadas de señuelo entre copa de vino y relatos, agradeciendo el descubrimiento y el verdadero caudal de lo que había descubierto.
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miércoles, 20 de octubre de 2004
Al fondo del pasillo y a modo de puerta a otra dimensión desconocida, colgaba una de esas cortinas modernistas hecha de alambre y piezas de plástico rectangulares y anaranjadas. Le gustaba coger carrerilla (en realidad tenía que hacerlo por que sus patas eran demasiado cortas para avanzar todo el espacio que se le ponía por delante) y atravesar la cortina como una flecha. Flop. Y desaparecía al otro lado del pasillo para reaparecer segundos después con alguna prueba irrefutable de que acababa de regresar de un lugar maravilloso. Flop, y el gato-buho y el otro que tenía alergia de su propio pelo miraban no sin recelo la presencia de Melisa y sus preciados tesoros. Llegó a despertar tal interés con sus expediciones , que todo el mundo quería conocer el contenido de sus capturas en la otra dimensión, a veces era una pelota de goma, otras un hueso que sonaba cada vez que lo mordía y muy de vez en cuando unas braguitas con olor a melocotón.
Gracias al amplio surtido de gruñidos que era capaz de emitir estuvo a punto de superar un casting para la tercera parte de “Babe el cerdito valiente”. Además (debido a su formidable encanto personal) varias cadenas de televisión quisieron hacerse de sus servicios como mascota oficial, pero Melisa (dentro de su humilde condición canina) no dudó en rechazar una tras otra cada una de las ofertas. Y así fue que pasaron los días, y ella siguió cruzando de un lado a otro su otra dimensión, volviendo a veces con increíbles trofeos (desatascadores , zapatillas y bandejas de plástico devoradas con tenacidad) , y otras nada más que con esa mirada de susto-pregunta que te invitaba a acompañarla en sus recorridos a otros mundos.
Y aquí seguimos Melisa y yo, de vez en cuando saltando juntos a otras dimensiones (Flop) y aprendiendo a ver el mundo con su mirada de susto-pregunta que tanto nos gusta a todos, incluidos el gato-buho, el que tiene alergia de su propio pelo y todos los demás visitantes.
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sábado, 16 de octubre de 2004
El ilusionista apareció en lo alto y se lanzó al centro del escenario rodeado de bailarinas entre la exclamación inicial. A cada golpe de música le sucedía uno de luz, tal y como se había ensayado. Un giro en el aire a uno de los aparatos y se subió a lo alto, desafiando con la mirada al público y esperando el movimiento escénico indicado. Los segundos que pasaron entre que detectó que algo extraño pasaba y que tuviera que empezar a improvisar una nueva coreografía resultaron ser una eternidad para todos los miembros del equipo menos para uno: el asistente vagaba por el escenario con la mirada perdida y una de las piezas del aparato en las manos, queriendo buscar algo que no le correspondía encontrar. El grito de una de las bailarinas le despertó del trance y pudieron terminar el espectáculo no sin problemas para alcanzar el tiempo adecuado de ejecución. No obstante los asistentes aplaudieron.
Cuando el telón se cerró y la zona de backstage quedó iluminada, el ayudante del ilusionista se limitó a balbucear una disculpa y se desplomó sobre el gran baúl. Para entonces ya había recuperado la mirada.
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sábado, 9 de octubre de 2004
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viernes, 8 de octubre de 2004
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jueves, 7 de octubre de 2004
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lunes, 4 de octubre de 2004
De una manera no menos extraña, el conjunto de frunces comenzó a tomar una posición más que destacable y adoptó la forma de un amasijo de piel gigante. Tampoco quiso darle más importancia y siguió frunciendo el ceño. Y el ceño se hizo uno y se ancló al parietal y al occipital . Debido a que las cejas se arquearon interiormente hasta casi juntarse con la nariz , la cara misma comenzó a deformarse tomando la misma expresión que uno tiene cuando chupa un limón , y se contrajo entera hacia adentro con el gesto grave . La cosa no mejoró y el conjunto nariz-ceño-orejas se desplazó como una enorme placa tectónica hacia el interior de la cabeza tomando la apariencia de un enorme cráter. Para entonces, los pómulos y las mejillas que aguantaban una tensión desproporcionada ya iban tras la trayectoria descrita por la gran masa rugosa, del tal modo que llegaron a estar casi tan juntos que podrían haberse solapado y fundido en una sola superficie rosada y estirada. Las cuencas de los ojos se hundieron y las cejas quedaron ocultas por la pronunciada pendiente que iba desplazándose vertiginosamente de norte a sur de tan peculiar orografía.
Diez días después, la cabeza del hombre de ceño fruncido se había transformado en una bien redondeada forma rugosa atravesada por una enorme estría frontal , y de la que solo quedaba el recuerdo de unas orejas en punta y una barbilla perfecta. Para entonces, el hombre arrugado quiso darse cuenta de lo ocurrido y decidió poner mejor cara, relajar la expresión y tomarse la vida con más desenfado, pero nadie se atrevió a decirle que casi con toda seguridad, ya era demasiado tarde.
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martes, 21 de septiembre de 2004
Te hablo desde la Luna, desde mis ojos, desde el agujero negro y el punto de no-retorno. En la Luna no hay agua, sólo saltimbanquis diluidos en alcohol. Teniendo en cuenta la distancia real que nos separa, y lo lejos que hemos decidido estar, parece razonable desandar todos los kilómetros. Quizás , si pudiera aprender a inventar un “requerer” , podría aprender a desprenderme de todos los fantasmas. Aquí tengo uno. Le he invitado a un trago y hemos hablado de sus verdaderas intenciones. Lo único que he conseguido averiguar es que está de paso en la ciudad.
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domingo, 19 de septiembre de 2004
A Merche y a mi nos ha cogido en casa , mientras esperábamos que volviera Pedro de una reunión. De repente el sofá se ha transformado en una cama de agua y la estructura entera del edificio se ha tambaleado . Tres segundos de movimiento mudo, una pausa y otros cuatro segundos de actividad. Después, calma.
El proceso mental ha sido curioso, primero piensas que puede ser Toy jugando detrás de los muebles, luego te planteas que los vecinos están de obras y te acuerdas de toda su familia, pero cuando he visto que Merche se incorporaba y comenzaba a tocar las paredes y a mirar las lámparas, nos hemos preguntado por primera vez si realmente sería otra cosa.
Por eso en algunos lugares, las lavadoras han centrifugado aún estando apagadas, las sillas han temblado y en las paredes se han abierto cicatrices de pintura resquebrajada y cal. Las figuritas de porcelana han hecho puenting desde lo alto de las estanterías, y las estructuras y los cimientos han despertado de la siesta estirándose como gatos desperezados en una tarde que ya acaricia el otoño. Una señora ha creído tener un mareo y ha necesitado recuperar su horizontalidad acostándose en un canapé desgastado por los años.
Puestos a imaginar historias para una tarde de terremotos, me ha dado por pensar en que a esa misma hora, todas las personas que estuvieran haciendo el amor , alcanzarían el clímax perfecto justo a las 14:52, y sin saberlo , tendrían el orgasmo más increíble de sus vidas. Ajenos al terremoto, ajenos a la realidad, una pareja de adolescentes se amaría por primera vez. A las tres menos ocho minutos se abrazarían fuerte , se comerían con la mirada y estallarían de placer justo con el segundo temblor. Tal y como siempre habían soñado que sería . Tal y como les contaron que sucedería.
Lo que no saben es que por muchas otras veces que hagan el amor y que se vuelvan a entregar, por muchas otras personas que ocupen los espacios vacíos que habitan sus sábanas, por muchos romances y por muchas promesas, nunca jamás volverán a temblar , como temblaron el uno con el otro aquella tarde a las 14:52.
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sábado, 18 de septiembre de 2004
Nota del autor: Es por todos sabido que un matemático o un ingeniero no suele resultar tan efectivo. Al grupo mencionado anteriormente de artistas y futuros sicólogos, con cada vez mayor frecuencia se pueden incorporar estudiantes de graduado social, magisterio y filosofía y letras. Son especialmente hábiles con ciertos instrumentos, entre los que indefectiblemente se encuentran la guitarra y todo tipo de percusión.
Luego están los otros, los distinguirás por su porte más maduro y por una holgada ventaja en edad y experiencia. Aparecen en lugares insospechados, ya sea en una expedición multiaventura o en la fila del banco. En el primero de los casos entablarán pronto una profunda amistad colmada de nuevos y estimulantes conocimientos. Te aportarán multitud de ventajas y tendrán muchas posibilidades de permanecer en tu vida a no ser que se enamoren de tu vitalidad y la mínima expresión de tu ropa interior. Entonces decidirás alejarte sin miramientos pero con la esperanza del reencuentro. Los segundos te dejarán avanzar hasta la ventanilla de ingresos a condición de que aceptes la invitación a un café o una comida en un restaurante de menú a diez euros. Si están casados, automáticamente serán descartados. En caso contrario dejarán caer en la conversación algún libro de Benedetti y el deseo de no querer ser lastimados porque acaban de salir de una relación prolongada y tormentosa.
En ambos casos, y siguiendo la tradición espectral, querrán aparecerse de noche en tu habitación e introducirse bajo las sábanas de la cama. El pretexto será que todos los fantasmas se tienen que envolver en unas. A modo de experimento científico puedes instalar un equipo de alta fidelidad , a la mañana siguiente envía la grabación a un programa de radio especializado en fenómenos paranormales y autoriza a que emitan la psicofonía.
No te estremezcas demasiado al escucharla.
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lunes, 13 de septiembre de 2004
Revisó la manera de flexionar las rodillas para tomar impulso, el ángulo correcto y la superficie que lo sostenía. Repasó mentalmente los últimos vuelos, y todos los tratados de ilusionismo que recordaba haber estudiado. Consultó con los otros magos, y buscó información en foros de noticias de Internet.
En un canal de chat, avisaban de una extraña dolencia que causaba vértigo a todos los ilusionistas ávidos de querer volar lejos. La doctora Parchís confirmó los rumores, y le comunicó que no se conocía cura alguna. En un laboratorio del planeta solitario estaban trabajando en la vacuna, pero no sería indolora.
El colectivo mágico, aconsejó que no tuviera miedo a las alturas, a pesar de que todos sabían que era una recomendación simple y poco probada.
Así que después de muchos intentos, muchas consultas y muchos despegues abortados, entregó su acreditación en el sindicato, y emprendió el camino de regreso en autobús. Le cedió el asiento a una viejecita y se bajó en la última parada. Tuvo tentaciones de comprar un libro de cartomagia, y dedicarse a otro tipo de efectos. Pero él quería seguir volando. Dejó que pasaran los días, intentando descubrir lo que fallaba. Un fabricante de grandes ilusiones revisó los planos de su aparato de levitación , un experto cartógrafo verificó sus mapas , y el mejor óptico certificó sus cristales de mirar el mundo. Nadie supo dar una respuesta certera.
Finalmente , decidió guardar su varita en un cajón y darse de alta en el gremio de aprendices de ilusionista. Una tarde de septiembre, delante de la pantalla de su portátil, buscó en Google todas las entradas para “ilusionistas que no pueden levitar”. Filtró el contenido por idioma y por entradas más recientes, y redujo notablemente el número de sitios con información relevante. De todos los que encontró , el buscador le remitió a una especie de rompecabezas cibernético, y fue entonces que no pudo dejar de leer :
“…El ilusionista no podía levitar. A pesar de que seguía alimentando la vaga esperanza de volver a elevarse unos centímetros del suelo, intentó extender los brazos en el aire y las manos bien abiertas…”
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domingo, 12 de septiembre de 2004
Son casi quince años de ensayos, de noches enteras de música, de risas y discusiones. De anécdotas de Rock & Roll , de encuentros con amigos, y sesiones interminables. Quince años de soñar con el próximo concierto , o con una nueva canción. El lugar feliz, donde nacieron muchas ilusiones envueltas en papel de celofán.
Las paredes del local han visto pasar a los mejores músicos de la ciudad, a periodistas incansables. Una de las esquinas de nuestro sótano de sueños, hizo en su día las veces de despacho improvisado, donde recibíamos llamadas y noticias. Las fotos de Chema (nuestro manager todos estos años) cuando todavía tenía pelo, y los carteles de conciertos empapelaban el interior de la cajita de música. También algunas postales de vacaciones y un diagrama gigante del mástil de una guitarra.
Tiempos del Purnas, de dormir en colchones en el suelo y de ensayar todos los días, con público o en soledad, tardes de cervezas y borracheras, de broncas y de abandonos, de cambios en la banda, de idas y venidas, de amplificadores y micrófonos gastados por la voz. De gatos que se colaban por las rendijas y sesiones de fotos y grabaciones accidentadas. De humo y luces de colores, de cargar y descargar furgonetas enamoradas. De partidas al Trivial , y de gominolas. De visitas al Isabelo, y al Pijín . De inundaciones calculadas y de ensayos hasta la madrugada. De adolescentes entusiasmadas.
Por eso, el niño que hacía playbacks en su habitación con un palo de escoba imaginando escenarios y aplausos, sabe que ha sido en el viejo local del grupo donde más sueños se han cumplido. El espacio habitado en el que vivieron historias de Héroes silenciosos , de Mauricios risueños e inextinguibles, de Sopeñas grabando las primeras canciones para el Loco. La academia improvisada de clases de bajo para alumnos aventajados y el escondrijo secreto para las criticas anodinas que colgábamos en la pared , al ladito de nuestro primer contrato y de las anotaciones de nuestro primer productor conocido.
La humedad y el tiempo han ido desgastando los bancos de madera sobre los que levantamos el escenario de los sueños, dándoles forma cóncava y precipitándolos a un naufragio de pena entre el yeso y el corcho, entre el aislante acústico y el gran espejo frontal. El local Titanic más admirado y envidiado de la ciudad se está hundiendo, y todavía permanecen flotando ligeros en el aire, todos y cada uno de los acordes que inventamos en él, quizás a la espera de poder volver a tener un colchón donde aterrizar. Acordes que no quieren escapar de su cajita de música, y que cada noche silbarán melodías de viejo pop español. Aunque nadie vuelva a escuchar. Aunque el niño del palo de escoba se quede reflejado en la ventana de su cuarto , mientras hace sonar con su armónica , el blues más azul de todos.
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