Llueve a las cuatro de la mañana cuando entras de puntillas por la puerta. Lo mismo llueve a las cuatro de la tarde. Llueve en la cabecera de la cama, en la mesita de noche. Una adolescente disfrazada de mujer fatal llora, pero en realidad llueve dentro de ella. Ahora arrastra unos zapatitos de tacón y llora. Los tacones son peligrosos cuando se llora y todavía ella tiene que aprender esa lección y muchas otras. Una vez tuve una tía segunda (o tercera) que decía que los pies no se debían arrastrar. Aquella tía estaba gorda como una bolsa llena de mantecados y en las reuniones familiares colocaba tarjetitas con el nombre de los comensales y la situación exacta que debían ocupar en la mesa perfectamente preparada para la ocasión. Aquella mujer se desvivía por explicar la manera de hacer siempre lo adecuado, lo correcto. Ella vive en una isla en la que apenas llueve. Yo a veces me pregunto si también vivo en una isla, pero no hay nada que indique que el mar esté cerca, salvo algunos carteles que indican Gerona a trescientos o Barcelona a un poco más o Valencia o Alicante o qué sé yo.
Llueve y los paraguas también lloran y golpean algunas cabezas, o te sacan los ojos, ñic ñic, como el ruido de una botella de champán barato al ser descorchada en una habitación de hotel también barato. Se podría matar a un hombre con un paraguas, en realidad se puede matar a cualquier persona sólo con un golpe de lluvia, con un puñetazo de tristeza en el estómago, o mejor aún, insertando el tacón de una adolescente herida en el centro mismo de su corazón abierto en canal.
Llueve y los paraguas también lloran y golpean algunas cabezas, o te sacan los ojos, ñic ñic, como el ruido de una botella de champán barato al ser descorchada en una habitación de hotel también barato. Se podría matar a un hombre con un paraguas, en realidad se puede matar a cualquier persona sólo con un golpe de lluvia, con un puñetazo de tristeza en el estómago, o mejor aún, insertando el tacón de una adolescente herida en el centro mismo de su corazón abierto en canal.
13 desvaríos:
bonito y triste a la vez. realmente bonito.
besos
la lluvia borra la maldad y lava todas las heridas del alma decía por estos lares del sur luis alberto spinetta...
que bueno regresar...como la lluvia
un abrazo mojado
a veces, de lejos, se ve venir a un escritor en lo que leo aquí, un escritor de verdad.
ya perdonarás que sea tan pesada, pero ¿cuándo publicas libro?
bss
Descubrí tu blog recientemente y me encanta como escribes. Este cuento es triste, desgarrador el dolor de una adolescente, pero también muy real y adecuado para estos días donde la lluvia y la melancolía parecen acompañarnos a cada paso.
Un besazo.
La lluvia arrasa con todo a su paso... lo bueno, malo... La lluvia atrae a mi memoria cosas tan tristes y melancolicas como lo que has escrito... pero cuando termina de llover... adoro el aroma a tierra mojada que queda...
Un beso mojado!
precioso, Jorge...esta mañana aquí tambien llueve :)
Lo mejor de la lluvia y las tormentas es que nos hacen valorar los días de sol y esperar con ansia esos rayitos.
Lo importante de los días de lluvia es que nos metemos en casa, nos ponemos a ver fotos, a leer, a charlar con la familia y nos sentamos a escribir.
Yo cuando llueve "desde mi ventana" veo llover:)
Te leo y me dejas boquiabierta, porque hablas de cosas que a lo mejor no tienen nada que ver con nada, pero dan que pensar, y creas unos ambientes tristes pero hermosos.
Me gustaría saber expresarme como tu lo haces.
Bss
Lucía
Tu escritura llega al fondo del alma. Te felicito.
introspectivo, surrealista y bueno! - me gustó.
en lo de los pies, la tía tiene razón...
abrazos pluviométricos
Hasta lo siento para mi al cuento, gracias, aunque no lo sea jajaja
un placer el conocerte a vos y a tu escritura
PERFECTOO!!
(Sandra, la desencantada)
Qué bonitooo!
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