Nadia mira al mar y sonríe. Piensa que un marinero o un representante de joyas vendrá a buscarla, lo cierto es que también aceptaría con agrado a un vendedor de enciclopedias a domicilio, pero no quiere volver a saber nada de domadores de circo o de poetas con pantalones caídos y barba de tres días. Una vez tuvo un amor que leía tanto a Hemingway que quiso engordar como él, hablar como él y ahogar los sueños en alcohol como él. En realidad Nadia no quiere a ningún escritor, son todos excepcionalmente raros. Su madre se casó con un cuentista que desapareció dos días después de que Nadia viniera al mundo, posiblemente buscando lo que todos los escritores: vivir del cuento.
Nadia sabe que a ella no le puede ocurrir nada malo. Mira al mar y sonríe. Aprendió que cuando una mujer sonríe y viste de blanco nada malo puede ocurrirle y que si ocurre, seguramente será porque tiene que suceder. Cuando una mujer sonríe y viste de blanco en la adversidad, la adversidad se deslumbra y se marcha en busca de alguna mujer que llore vestida de oscuro.
Lo de las palomas es pura logística. Nadia sospecha (y sospecha bien), que los marineros o los representantes de joyas viajan mucho, mucho más que los vendedores a domicilio y desde luego mucho más que los escritores, así que Nadia escribe notas y cartas de amor que guarda bajo la almohada y que algún día, seguramente un sábado, enviará prendidas en el pico de una paloma o de un gavilán. Para ir ganando tiempo y no hacer esperar a sus amores viajeros, tampoco está de más aguardar vestida de novia, con un ramillete en la mano y una sonrisa en la otra. Como si conociera de antemano la respuesta.
Nadia sabe que a ella no le puede ocurrir nada malo. Mira al mar y sonríe. Aprendió que cuando una mujer sonríe y viste de blanco nada malo puede ocurrirle y que si ocurre, seguramente será porque tiene que suceder. Cuando una mujer sonríe y viste de blanco en la adversidad, la adversidad se deslumbra y se marcha en busca de alguna mujer que llore vestida de oscuro.
Lo de las palomas es pura logística. Nadia sospecha (y sospecha bien), que los marineros o los representantes de joyas viajan mucho, mucho más que los vendedores a domicilio y desde luego mucho más que los escritores, así que Nadia escribe notas y cartas de amor que guarda bajo la almohada y que algún día, seguramente un sábado, enviará prendidas en el pico de una paloma o de un gavilán. Para ir ganando tiempo y no hacer esperar a sus amores viajeros, tampoco está de más aguardar vestida de novia, con un ramillete en la mano y una sonrisa en la otra. Como si conociera de antemano la respuesta.
5 desvaríos:
Me sorprende lo bien y lo mucho que escribes...fantástico. Un abrazo ilusionista.
Creo que voy a empezar a vestirme de blanco... y a sonreir.
Creo que me hace falta sonreír más... aunque veo el mar sólo de vez en cuando y muy rara vez visto de blanco, un saludo de esta Nadia paralela que habita en tus letras.
Qué bonita imagen Jorge, la de una mujer que viste de blanco y que no pierde la sonrisa pase lo que pase. Dan ganas de salir a alguna playa bonita de esas que tan bien conoces de las islas, y esperar...esperar como Nadia.
Besos oceánicos.
Nay
Hay ojos crueles que piensan que una chica que SONRIE SIEMPRE es porque debe de ser "estúpida".
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