sábado, 26 de enero de 2008




Hoy me acordaba de ti o me olvidaba, ya sabes, el tipo de cosas que uno pretende conseguir sin dejar que el tiempo haga el resto de manera natural, antes o después de lo que nos corresponde y claro, me sentía más cerca o más lejos, más taciturno o más dichoso por saberme en un lugar más seguro o más incierto que el resto de lugares. Quien lo diría, después de todas aquellas tardes o noches o amaneceres en las que íbamos o veníamos de habitaciones de hotel a estaciones abandonadas o repletas de voluntades tan rotas o enteras como las nuestras, donde los únicos que hacíamos parada o tomábamos el expreso éramos nosotros solos o acompañados por otros tantos como tú y como yo que también o tampoco querían comerse el mundo –empezando por la boca- o la vida a besos y se demostraban abierta o clandestinamente lo que sentían o lo que estaban dejando de sentir porque nunca o siempre podemos asegurar o refutar que el corazón sea leal o ingrato y que simplemente a veces las cosas ocurren sin motivo o con motivo y entonces no hay más que decir o que callar tratando de encontrar una explicación que nos sirva o que despeje esa oscuridad que de vez en cuando nos atrapa o nos abraza o nos devora a deshoras o por el contrario justo a tiempo para sacarnos de ese estado de torpeza o de desgana o de exultante euforia ciclotímica que no es otra cosa que un espejismo o un reflejo de lo que las entrañas quieren dar a entender o a no entender, porque en días así uno no entiende nada, ni siquiera ese pinchazo en medio de las costillas, o no quiere entender y es preferible pensar o quedarse en blanco y confirmar o desdecir eso de que el tiempo lo cura todo o no cura nada porque nada se pone en su sitio y nada es lo mismo de nuevo o todo es igual y en realidad no importa pero sí.

(Basado en un texto de Luis Britto García)

Publicado por Puzzle a las 10:27
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7 desvaríos:

Anónimo dijo...

Últimamente me he sentido exactamente así; queriendo sin querer (táchese lo que proceda).

En fin, quiero pensar que ya pasó (al menos un poco).

Amalia dijo...

Siii... Mmmm... varias veces mis pensamientos se entrecruzan de esa manera... y a veces importa pero no importa...
=)
Cuidese niño!

Anónimo dijo...

Siempre tan original y tan tú. Por cierto, leí en el blog de la editorial esa que tienes, unas entrevistas que te han hecho en algún periódico y la radio (bueno, lo vi todo, la verdad) y creí entender que vas a publicar este año. Si eso es cierto avisa que quiero ser de las primeras en tener un libro tuyo.

Besines

Anónimo dijo...

Táchese lo que proceda... pues yo tacharía la parte negativa, y así los protagonistas volverían a ir y venir de habitaciones de hotel, por parques sembrados de hojas secas, para sentarse en un banco y leerse palabras que explican lo que ellos mismos sienten. Y así no tendrían que olvidarse, sino simplemente estar juntos.

Precioso texto. Muy logrado, y eso que el de Britto es muy bueno. Pero el tuyo me llega más.

Anónimo dijo...

Hoy me acordaba de tí y no olvidaba. El tiempo no lo cura todo pero enseña a intentar olvidar; no pensar en nada.
Tienes razón, nunca nada es lo mismo .A veces ocurren sinrazones y como decía Sartre en sus " Cartas al Castor" ( Simone de Beauvoir) " no busquemos razones lógicas en algunos asuntos".
Y sí, estoy de acuerdo contigo: NADA SE PONE EN SU SITIO Y EN REALIDAD NO IMPORTA, PERO SÍ.
Bonita frase, muy cierta, tanto como la vida misma. Me encanta como describes situaciones y sensaciones surrealistas. Me gusta como escribes.

Gracias de nuevo!!!

Anónimo dijo...

Me ha parecido malísimo, creo que el peor de todos lo que he leído.
Se puede resumir todo con las tres últimas líneas, pero además es un tema tan manido y tan sabido...
Y dicen que el tiempo lo cura todo, que no hay mal que cien años dure y..., discrepo!!! O me niego a que sea así!!! El tiempo matiza, acuna, pero no podemos olvidar..., es necesario para no incurrir en los mismos errores, cosa que, ni aún así, estamos exentos de ello.

Anónimo dijo...

El tiempo cierra las heridas, pero no borra la cicatriz, si no que se lo digan a mi dedo.
En una vida, la que nos dan, pasamos la viruela o el sarampión una sola vez. Sin embargo, el virus de la gripe consigue engañarnos cada año mutando su forma, que no su fondo, porque, al final, los síntomas son los mismos: congestión nasal, fiebre, sudoración... y 7 días de convalecencia para superarlo, aunque a veces el virus se aposenta y consigue tenernos moqueando todo el invierno e incluso consigue llegar a la primavera.
Este año he decidido vacunarme aunque dicen que eso tampoco te asegura librarte, como mínimo, de un buen resfriado. Con mi suerte, seguro que me vuelve a caer en nochevieja, como el año pasado...

 
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