domingo, 1 de julio de 2007


A veces el chico piensa en tomar un tren o un avión o un autobús de línea y visitar por sorpresa a aquella novia que tuvo y a la que tanto quería. Otras, sencillamente se conforma con el hecho de verse acosado por esa determinación y pensar que un día de estos tomará por fin ese tren o ese avión o ese autobús de línea. En los días peores, simplemente piensa en tomar sin más, y no hay tren, ni avión ni autobús de línea, tan solo una botella de cerveza caliente o de vodka del malo comprada de regreso a casa en los chinos de la esquina. Bebe de un trago, empinando la botella y cerrando los ojos, y le reconforta pensar en una inocencia que ya no tiene, en su nariz pegada contra el cristal mientras hace dibujitos con los dedos y se imagina la cara de ella cuando él se plante en el portal de una calle cualquiera que se figura cuesta arriba o empedrada o las dos cosas.

Quizás, se dice, le lleve un regalo; una pulserita, un collar o una tortuguita en una tartera de plástico, porque ya siendo novios descubrió que a ella le encantaban las tortuguitas y las salamandras, aunque ahora no recuerda si era a ella o a aquella otra, y desecha la opción de la tortuguita pero no la de la pulserita de cuentas. Después de todo, no ha pasado tanto tiempo y seguramente ella le recuerda como no recuerda a nadie y poco importa si anda con alguien medio en broma o medio en serio porque nada más se lo encuentre parado como una estatua triste en esa calle empinada de adoquines azules, un pulsador gastado dará la orden o la contraorden de recordar las cartas antiguas y las que no fueron escritas o enviadas.

La chica a veces piensa en tomar un tren o un avión o un autobús de línea y visitar por sorpresa a aquel novio que tuvo y tanto quería. Otras, simplemente se conforma con tomar una determinación con respecto a ciertos asuntos menores que puede posponer o retrasar sin perjuicio alguno. Qué hacer, comprar ya el vestido de topos negros que la espera en aquella vitrina del centro o esperar a las próximas rebajas. En los días peores, simplemente piensa en que los días peores pasan y se diluyen en el tiempo como un mal viento. Mira la botella de whisky dorado que compró un día de bajón en el súper pero nunca llega a beber. La cajera de mediana edad y pelo teñido de rojo le miró enarcando las cejas, como pidiéndole una explicación, y ella, un poco avergonzada, hubiera querido decirle que no es de esa clase de chicas que beben a solas. Le reconforta pensar en su nariz pegada contra otra nariz mientras hace deditos con dibujos y se imagina a ella misma plantando cara a la vida que se presenta cuesta arriba o empedrada o las dos cosas.

Quizás, quién sabe, se haga un regalo, algo que no sea tan caro y maravilloso como el vestido de topos negros que siente deseos de robar cada vez que pasa ante el escaparate de esa boutique. Tal vez bastará con una pulserita de plástico o un collar, cualquier cosa menos una de esas tortuguitas con su islote y su palmera de mentira, o una salamandra con ojos de vieja que ya no son de su agrado, desde que el chico del que aprendió a olvidar hasta su nombre (en realidad no lo hizo pero se atrevería a jurar que sí) desapareció con la promesa de volver un día en un tren o un avión o un autobús de línea y con el que querría encontrarse para preguntarle por qué o a santo de qué vino tanto olvido.

(Publicado en la revista cultural "El Desembarco", Julio-Agosto 2007)

Publicado por Puzzle a las 14:15
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5 desvaríos:

Anónimo dijo...

Hola Jorge, soy tu compañera de clase ;) ambos somos eternos alumnos en esto de escribir, ¿verdad?. Me encanta tu blog, puzzle. Cuando leí tus relatos por primera vez, me parecía que había mucho, mucho detrás: mucho escrito, mucho leído, mucho camino recorrido en este arte de la palabra. Estás a años luz del resto de nosotros. Tus textos son geniales, geniales de verdad.

Anónimo dijo...

Aunque ella no fue nunca una antigua novia, dudo de que él pensara en tomar un tren, o un autobús de línea o un avión para volver a verla. Ella, en cambio, tomaría quizás su coche para ir a verlo para saber por qué vino tanto olvido.

Miss Mag dijo...

Ya lo puse en los links, se me había perdido su casa!!!, para que vea que no todo es olvido en esta vida.Saludos

Mónica Calvo dijo...

eres un verdadero mago de las palabras, es un gusto enoooorme leerte, ademas, me siento tan terriblemente reflejada en este relato que da miedo :D
Un beso grande!!!

Anónimo dijo...

Este es de mis favoritos. Espero que vaya en tu libro de cuentos.
Un beso, J.

 
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