miércoles, 21 de junio de 2006




Escribía todo el tiempo para no tener que decir nada que no hubiera brotado antes de la punta de sus dedos, escribía para encontrarse, para escapar de las tormentas y los tsunamis del alma aturdida, escribía para explicar cosas que de otra manera no tenían sentido porque sólo mirándolas desde la distancia tomaban formas caprichosas que se acercaban a la verdad, formas de caballito de mar o de telas entretejidas por manos delicadas y orientales -que al caso venían a ser lo mismo-, escribía para escapar de los injustos y los cobardes, para olvidar antiguos amores que no serían de otra materia sino de papel, amores que volvían de vez en cuando en forma de un mal sueño o de un recuerdo borroso. Escribía para zafarse de noches tan largas como estelas de aviones que nunca aterrizan, siguiendo aquella voz interior que le gritaba por dentro y que decía ser de tarde en tarde la voz del mismo Parménides. Escribía para romperse en otros como él y en otros totalmente distintos, para vomitar palabras que hablaban de todo aquello que le robaba la luz y la mirada de niño, palabras esparcidas como esporas tristes, palabras que nunca hubiera podido escupir de mejor modo que no fuera ese.

Tanto escribía que dejó de necesitar hablar, descubriendo que de ese modo, nadie jamás envilecería sus palabras dichas (y no las escritas) puesto que lo escrito siempre resultaría puro y hermoso y lo dicho podría ser malinterpretado o puesto en juicio. Escribía, por tanto, para no perder la fe, para seguir creyendo en algo más grande que todo lo conocido y todo lo venidero. Tanto escribía y de forma tal que empaquetó cada una de sus palabras en un par de maletas, doblándolas con cuidado como si fueran camisas de seda y ese fue todo su equipaje. Sucedió de forma tal, que terminó por perder la voz y enmudeció para siempre, transformándose en alguien que sólo quiso escribir.

(Ilustración: © Claudia Moya)

Publicado por Puzzle a las 22:02
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7 desvaríos:

Anónimo dijo...

que nadie te robe las palabras, podrías vivir en ellas.

Anónimo dijo...

Y... ¿Así fue feliz?

gonzalvo dijo...

yo también me quedo muda a veces leyendo lo que escribes, ten cuidado mi niño, no sea que tú también termines como el chico de la historia.

un beso atlántico

Anónimo dijo...

.....


P.D.: Me quede muda al leerte.

m a dijo...

me dejaste sin palabras.

Aye dijo...

no supo que escribiendo también dió las palabras al mundo, que enmudeciendo no enmudecía por completo sino de sonido y que se quedaba sin habla, es decir, sin la carne de la lengua, por lo que tuvo que vivir de espíritus abstractos y etéreos que por no pertencer a la realidad, serían perfectos o imperfectos.

Mejor que decir para no decir, yo prefiero hablar y escribir para todos

saludos!

Anónimo dijo...

Si escribir sirviera para dejar de hablar... Si nunca se dijeran palabras que no necesitaron escribirse... o si. Si escribir liberara el alma del dolor de las palabras. Si para olvidar pudieramos hacer la tarea del colegio para no cometer faltas: A ver, niña, escribe 20 veces:
No volveré a pensar en él
No volveré a pensar en él
No volveré a pensar en él...

 
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