martes, 20 de diciembre de 2005


Lo único que permanecía inalterable en los últimos diez o quince años de su vida era el tamaño de sus propios pies. Eso y sus zapatillas rojas de cordones desgastados. Acostumbraba a dar zancadas largas como si de esa forma pudiera llegar antes a alguno de sus lugares felices. Luego sucedía que siempre se estrellaba de manera parecida contra realidades agrias, agrias y mortales como el veneno de un pez globo.

Así que decidió subirse en lo alto de cualquier cosa que lo mantuviera lo bastante alejado del suelo como para no volver a tropezar, ni a caer, ni a precipitarse contra ninguna otra mujer.

Publicado por Puzzle a las 12:31
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4 desvaríos:

Anónimo dijo...

También permanece inalterable las personas que están a su alrededor,brindándole apoyo, y dándole su cariño en los momentos en que se siente caer. Y aunque no quiera volver a precipitarse al vacío, volverá a hacerlo, porque esa mujer que le hará perder la cabeza, estremecer cada noche y soprenderle cada mañana...está por llegar.

Anónimo dijo...

Triste, pero precioso. Feliz navidad a ti tambien amigo...

Parche dijo...

Para llegar a los lugares felices, se requiere de paciencia, pero cuantas caidas requerimos para darnos cuenta?. Tal vez demasiadas.
Drastica decision en todo caso. Me pregunto que tan alto se mantiene en estos dias.
Me gusto el cuento.
Saludos Parchesianos.

gonzalvo dijo...

En cuanto a las atalayas, Maupassant comía a menudo en el restaurante de la torre Eiffel, parece ser que NO porque la comida fuera buena (que lo era), sino porque era el único sitio de París desde donde no se veía la torre. Y a Maupassant, no le gustaba nada. Nada de nada.

 
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