Carmela también sabe que un Déjá Vu es una trampa. Ahora tiene la certeza de que el viaje de vuelta será lo mejor de los últimos días, porque piensa que todo cambia y que nada es lo que parece. La vieja y conocida sensación de pérdida o de decepción. En realidad Carmela no se llama Carmela, es un invento cariñoso que Jean Francoise le puso en honor a Carmen Maura, porque está convencido de que sus reacciones o sus gestos son los de la actriz muchas veces, porque de tarde en tarde ella se pone intensa o sobreactúa y desde ese escenario miran pasar la vida en plano secuencia, que a veces es un drama y a veces una comedia española.
Jean Francoise sabe que echará de menos a Carmela todo el tiempo, lo sabe porque nunca dejó de extrañarla, porque aunque no ha sido el momento ni el tiempo, a pesar de los mil asuntos en ciernes que los separan o que no permiten que se conozcan tal y como son, también sabe que a lo mejor se alejan y todo queda en aquellos días de paseos y abrazos, de mensajes enardecidos, en algo que podía haber sido y no fue más allá, todo porque no se llegaron a ver sin toda aquella suciedad que los apartó y en eso consiste la trampa, en la manera estúpida de apartarse de lo real por culpa de lo que no lo es tanto, dejándose olvidadas en una lata de galletas la ternura y la risa que tantas veces tuvieron a bien cultivar y que ojalá sepan o quieran recuperar.