viernes, 22 de abril de 2005



Por fin puedo poner la bala y el ojo en el mismo sitio. Ayer por la tarde nadie hubiera sido capaz de arrebatarme el niño que llevaba dentro, el que tiraba en monopatín de mí hacia el mundo y me guiaba por las calles queriéndolo ver todo. Para quien no conozca mi ciudad, basta decir que la crucé casi entera y me planté en la otra punta hasta que mis pies dijeron basta : más de 6 horas caminando y apuntando en todas direcciones.

Es milagroso y es magia.

Aunque a lo bueno uno se acostumbra pronto y conforme van pasando las horas te vas adaptando a tu nueva mirada, es extraño como a veces me descubro buscando las gafas antes de levantarme o el líquido de las lentillas porque piensas que ya es tarde y ya va siendo hora de darles un respiro. Las lentillas y las gafas ya no están, tan solo el monopatín.

Es cierto que mis ojos necesitarán de ciertos cuidados durante un tiempo, que no puedo salir a celebrarlo a garitos y bares, que tengo que descansar la vista y que no debería estar aquí escribiendo esto. No por el momento. Además , de noche, las luces tienen un misterioso halo alrededor que les confiere un aire de duendecillos verdes o amarillos según los miras. También esos duendes se irán , podré abrir los ojos debajo del agua sin comerme a nadie (aunque eso pueda resultar más que conveniente según con quién tropieces) y es posible que mi puntuación a los dardos mejore notablemente. Si fueran tan amables de gastar unos aplausos y algunos pañuelitos blancos para mis nuevos ojos que ya andan protestando y necesitan (por hoy) un poquito de descanso. No están acostumbrados a viajar en monopatín.

Publicado por Puzzle a las 12:45
Etiquetas:

 

2 desvaríos:

Anónimo dijo...

El dibujo es precioso. De quién es?. Imagino que del mismo autor/a del cuento de la chica con gato. No?.

Genial que estés de vuelta!.

franhilz dijo...

Muy bueno. Aplausos!

 
>