lunes, 16 de agosto de 2004


Se marchó lejos y levantó un nuevo mundo. Llegó al otro lado del planeta y estableció nuevos vínculos, nuevas semillas, nuevas sensaciones de pertenecer a un sitio aún más grande. Se llenó de vivencias y de miradas, de pequeños nuevos ángeles, de abrazos y pinturas que hablaban de pasados no tan pasados. Salió a las calles y se rodeó de gente y de sonrisas, de pobreza y de preguntas sin respuesta. Sintió impotencia y felicidad. Rabia y dicha. Se cuestionó todo el camino recorrido y si sería capaz de seguir andando. Echó de menos y supo que seguiría echando de menos. Ahora había cruzado un nuevo puente a través del océano donde dejaría hermosas historias de encuentros.

Sintió miedo y soledad, buscó con la mirada más miradas como la suya. Alguna que le recordara a su gente. Y encontró. Encontró otras miradas y nuevas gentes. Sintió hormiguitas y ríos de lágrimas inundando su barquita enamorada. Achicó las lágrimas y siguió navegando. Se asustó de nuevo pero se alimentó de esperanzas y de buenos presagios. Se tambaleó pero se levantó. Caminó y se resistió a quedarse inmóvil a pesar del miedo. Siguió buscando respuestas, miradas y hormigas. Siguió buscando sentir y llenar la sensación de soledad.

Detuvo el tiempo. Quiso detenerlo en el mismo instante en el que se vio rodeando un árbol junto con los demás. Se llenó de todo eso y confeccionó un álbum de fotos. Luego haría un collage. Cantó canciones y escucharon a Silvio. Justo en ese instante, alguien lloró un mar de miedos al otro lado del mundo.

A pesar de todo lo que se dijeron, siguió sintiendo miedo. Y no se detuvo a pensar que no tenían razón de ser. Tampoco se dio cuenta de que alguien se quedaría esperando a que volviera a inundar con su luz el espacio vacío de la habitación.

Publicado por Puzzle a las 8:45
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